Música para difuntas

Decreté la muerte de mi vieja agenda teléfonica hoy a las tres de la tarde. Al parecer esta hora es la idónea para salir del mundo de los vivos. No tengo certeza de cuántos años llevaba conmigo.  Sí sé que fueron los suficientes. Resguardó conexiones, abrazos a larga distancia, quejas, exhabruptos. Sin pedigrí alguno, pues era una libretica de tapas negras y hojas volanderas;- supo serme fiel frente a la avalancha tecnológica, mantenerse insobornable. Ponía pausa a mis gestos, lograba sorprenderme cuando en la búsqueda de un número teléfonico cualquiera me encontraba con los datos de alguna persona olvidada intermitentemente entre la furia de los días. Pero su función más importante creo yo fue la de ayudarme a recordar. Los datos recogidos de personas, edificios, trámites burocráticos, funcionaban como el disparador que accionaba la cinta, casi cinematógrafica, de lo que ha sido mi vida en estos años, hechos puntuales o remembranzas nebulosas de las que solo quedan sensaciones.

Le ha llegado la hora de las sustituciones como a las referencias que atesoraba, pues muchas de las que me eran importantes ya perdieron su validez, nada le dicen a mi presente. No sobrevivieron a la mudanza, no están más en las nuevas páginas – ordenadas alfabéticamente y rayadas. La nueva libreta teléfonica vendrá a configurar de otra manera mis recuerdos futuros. A la que hoy ha muerto le agradezco su servicio y que descanse en paz.

Aquí les dejo otro réquiem por una agenda muerta, mejor escrito por Eduardo Galeano. Se recoge en su libro Días y noches de amor y de guerra. Yo lo leí hace ya muchos años y nunca lo olvidé.  Creo que es el mejor homenaje para una agenda difunta que nunca tuvo nombre.

ESTA TARDE ROMPÍ LA PORKY Y TIRÉ LOS PEDACITOS A LA BASURA

Me había acompañado a todas partes. Se aguantó a mi lado intemperies y mal tratos y caídas. Perdió la espiral de alambre y se le salieron las hojas. De las tapas, color lacre, no quedaban más que jirones. La Porky, que supo ser una elegante agenda francesa, se había reducido a un montón de papeles y papelitos atados con un elástico, y anda ba toda lajeada y rotosa y sucia de tinta y tierra.

Me costó decidirme. A esa gorda descuajeringada, yo la quería. Me estallaba en las manos cada vez que le pedía una dirección o un teléfono.

Ninguna computadora hubiera podido con ella. La Porky estaba a salvo de espías y policías. En ella yo encontraba lo que buscaba sin esfuerzo: sabía descifrarla manchita por manchita y retazo por retazo.

Entre la A y la Z, la Porky contenía diez años de mi vida.

Nunca la había pasado en limpio. Por pereza, decía; pero era por miedo.

Hoy la maté.

Unos pocos nombres me dolieron de verdad. A la mayoría ya no los reconocía. La libreta estaba llena de muertos; y también de vivos que ya no tenían ningún significado para mí. Confirmé que en estos años, quien había muerto varias veces y varias veces nacido, era yo.

Herencias

 

Días y noches de amor y de guerra, el primer libro de Eduardo Galeano que me leí

Días y noches de amor y de guerra, el primer libro de Eduardo Galeano que me leí

Cuando era más chiquita heredé un cuarto en la casa de mi abuela en el que me daba miedo dormir sola y que antes había sido de un primo mayor, casi desconocido. Él había viajado a un país lejano, llamado Alemania,  que todavía no sabía situar muy bien en el mapa del mundo.  Las cosas en su habitación quedaron tal como las dejó, mi abuela no permitía que allí nada se cambiara de lugar. Hoy creo que esas son parte de las estrategias que usamos contra la nostalgia de lo que ya no está. Así ella se defendía de su ausencia, conjuraba su regreso, como si las cosas que una vez tocó y fueron suyas pudieran atarlo de tal manera que lo obligaran a volver.

En ese cuarto había un librero más grande que yo. Cubría casi totalmente toda la pared izquierda, desde el piso hasta el techo -tampoco era un cuarto tan grande. Había libros de todo tipo, de todos los tamaños y colores. Casi todos llegaron allí producto del desahucio de la biblioteca del pueblo. Cuando sobraban porque faltaban estantes o llevaban demasiado tiempo sin leerlos pues las bibliotecarias los apilaban para ¿botarlos? No estoy segura. Lo cierto es  que el primo los recogía y se los llevaba para la casa.

Cuando  pasé  a habitar ese espacio, solo esos libros pudieron ayudarme a espantar el miedo y que este fuera sustituido por la alegría de vigilar a la abuela para leerlos y cambiarlos de lugar según mis gustos y la necesidad de tenerlos más cerca o más lejos.

Así fue como tropecé definitivamente con Eduardo Galeano. Hasta el momento nadie me había hablado de él, nadie me había contando que en el mundo existía este hombre pelón que escribía como ninguna de las personas que hasta el momento había leído, que iba poniendo las palabras unas junto a otras de una forma hermosa, casi musical.

Hoy encontré una nota en La Ventana que recuerda este volumen imprescindible y su premio Casa de las América en 1978, yo todavía no nacía, pero al final ese libro terminó encontrándome, para mi suerte. Hoy tengo que agradecer la herencia recibida, una de las que más celebro, frente a otras gratuitas y forzadas, que no nos pertenecen pero que nos son muchas veces impuestas.

Y aquí les dejo a Galeano. No podría ser de otra manera.

Sueños

“Los cuerpos, abrazados, van cambiando de posición mientras dormimos, mirando hacia aquí, mirando hacia allá, tu cabeza sobre mi pecho, el muslo mío sobre tu vientre, y al girar los cuerpos va girando la cama y giran el cuarto y el mundo. “No, no ―me explicás, creyéndote despierta―. Ya no estamos ahí. Nos mudamos a otro país mientras dormíamos”.

El sistema

“Quien está contra ella, enseña la máquina, es enemigo del país. Quien denuncia la injusticia, comete delito de lesa patria”.

“Yo soy el país, dice la máquina. Este campo de concentración es el país: este pudridero, este inmenso baldío vacío de hombres”.

“Quien crea que la patria es una casa de todos, será hijo de nadie”.

Pero hay que saber elegir

“¿Cuántas veces hemos confundido la bravura con las ganas de morir?”.

“La histeria no es la historia, ni un revolucionario es un enamorado de la muerte. La muerte, que un par de veces me tomó y me soltó, a menudo me llama todavía y yo la mando a la puta madre que la parió”.

Es la hora de los fantasmas: Yo los convoco, los persigo, los cazo…

“Los dibujo con tierra y sangre en el techo de la caverna. Me asomo a mí mismo con los ojos del primer hombre. Mientras dura la ceremonia, siento que en mi memoria cabe toda la historia del mundo, desde que aquel tipo frotó dos piedras para calentarse con el primer fueguito”.

La tragedia había sido una certera profecía (2)

“¿Se puede realizar la unidad nacional por encima y a través y a pesar de la lucha de clases? Perón había encarnado esa ilusión colectiva”.

Una mañana en los primeros tiempos del exilio, el caudillo había explicado a su anfitrión, en Asunción del Paraguay, la importancia política de la sonrisa.

―¿Quiere ver mi sonrisa? ―le dijo. Y le puso la dentadura postiza en la palma de la mano.

“(…) En Madrid, en el otoño del 66, Perón me dijo: ―¿Usted sabe cómo hacen los chinos para matar a los gorriones? NO los dejan posar en las ramas de los árboles. Los hostigan con palos y no los dejan posar, hasta que se mueren en el aire; les revienta el corazón y caen al suelo. Los traidores tienen vuelo de gorrión. Alcanza con hostigarlos, con no dejarlos descansar, para que terminen yéndose al suelo. No, no… Para manejar hombres hay que tener vuelo de águila, no de gorrión. Manejar hombres es una técnica, un arte, de precisión militar. A los traidores hay que dejarlos volar, pero sin darles nunca descanso. Y espera a que la Providencia haga su obra. Hay que dejar actuar a la Providencia… Especialmente porque a la Providencia la manejo yo”.

“A la hora de la verdad, cuando recuperó el poder, el peronismo estalló en pedazos. Se rompió tiempo antes de que el caudillo muriera”.

De los muchachos que por entonces conocí en las montañas, ¿quién queda vivo? (3)

“(…) Una noche, los muchachos me contaron cómo Castillo Armas se había sacado de encima a un lugarteniente peligroso. Para que no le robara el poder o las mujeres, Castillo Armas lo mandó en misión secreta a Managua. Llevaba un sobre lacrado para el dictador Somoza. Somoza los recibió en el palacio. Abrió el sobre, lo leyó delante de él, le dijo: ―Se hará como pide el presidente.”

“Lo convidó con tragos.”

“Al final de una charla agradable, lo acompañó hasta la salida. De pronto, el enviado de Castillo Armas se encontró solo y con la puerta cerrada a sus espaldas.”

“El pelotón, ya formado, lo esperaba rodilla en tierra.”

“Todos los soldados dispararon a la vez.”

Chávez

Hugo Chávez (1954 - Siempre)

Hugo Chávez (1954 – Siempre)

No voy a emborronar cuartillas para hablar de la ida de Chávez. El dolor se dice callando muchas veces. Les dejo palabras escritas, lloradas, sentidas en otras muertes, iguales de dolorosas e  irrevocables.

Consternados, rabiosos

Así estamos, consternados, rabiosos, claro que con el tiempo la plomiza consternación se nos irá pasando, la rabia quedará, se hará más limpia. Estás muerto, estás vivo, estás cayendo, estás nube, estás lluvia, estás estrella… Donde estés … si es que estás … si estás llegando… aprovecha por fin a respirar tranquilo, a llenarte de cielo los pulmones. Donde estés … si es que estás … si estás llegando … será una pena que no exista Dios. Pero habrá otros, claro que habrá otros dignos de recibirte comandante (Mario Benedetti)

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El otro

Nosotros, los sobrevivientes,
¿A quiénes debemos la sobrevida?
¿Quién se murió por mí en la ergástula,
Quién recibió la bala mía,
La para mí, en su corazón?
¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,
Sus huesos quedando en los míos,
Los ojos que le arrancaron, viendo
Por la mirada de mi cara,
Y la mano que no es su mano,
Que no es ya tampoco la mía,
Escribiendo palabras rotas
Donde él no está, en la sobrevida?( Roberto F. Retamar)

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Los Heraldos Negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! (César Vallejo)

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CHÁVEZ POR GALEANO

Hugo Chávez es un demonio. ¿Por qué? Porque alfabetizó a 2 millones de venezolanos que no sabían leer ni escribir, aunque vivían en un país que tiene la riqueza natural más importante del mundo, que es el petróleo. Yo viví en ese país algunos años y conocí muy bien lo que era. La llaman la «Venezuela Saudita» por el petróleo. Tenían 2 millones de niños que no podían ir a las escuelas porque no tenían documentos. Ahí llegó un gobierno, ese gobierno diabólico, demoníaco, que hace cosas elementales, como decir «Los niños deben ser aceptados en las escuelas con o sin documentos». Y ahí se cayó el mundo: eso es una prueba de que Chávez es un malvado malvadísimo. Ya que tiene esa riqueza, y gracias a que por la guerra de Iraq el petróleo se cotiza muy alto, él quiere aprovechar eso con fines solidarios. Quiere ayudar a los países suramericanos, principalmente Cuba. Cuba manda médicos, él paga con petróleo. Pero esos médicos también fueron fuente de escándalos. Están diciendo que los médicos venezolanos estaban furiosos por la presencia de esos intrusos trabajando en esos barrios pobres. En la época en que yo vivía allá como corresponsal de Prensa Latina, nunca vi un médico. Ahora sí hay médicos. La presencia de los médicos cubanos es otra evidencia de que Chávez está en la Tierra de visita, porque pertenece al infierno. Entonces, cuando se lee las noticias, se debe traducir todo. El demonismo tiene ese origen, para justificar la máquina diabólica de la muerte. (Eduardo Galeano)

La vida según Galeano: Mujeres (III y final)

Esta era una deuda pendiente. A la serie de La vida según Galeano, le faltaba este último capítulo de la entrega Mujeres.
En él Galeano nos trae a Delmira Agustini, poetisa que le cantó a la fiebre del amor sin pacatismos, de la población chilena nombrada Violeta Parra, a la que el dictador Pinochet quiso, como parte de sus muchos despropósitos, desnombrar y por lo tanto hacer desaparecer. También están presentes Tamara Arce y su madre Rosa, reencontradas y renacidas, después de ochos años, gracias a las Abuelas de la Plaza de Mayo.

Georgia O´Keeffe plantó un jardín en la soledad del desierto.

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Eduardo Galeano, en su libro Los hijos de los días, recuerda a muchas mujeres, por los silencios a los que la vida y los hombres las sometieron, por sus guerras, sus dolores y sus victorias. La pintora norteamericana Georgia O´Keeffe es una de estas mujeres. Ella pintó nuestros cuerpos-flores, cuando quisieron borrar su significado y su poder.

LA FLORISTA

Georgia O’Keeffe vivió pintando, durante casi un siglo, y pintando murió.

Sus cuadros alzaron un jardín en la soledad del desierto. Las flores de Georgia, clítoris, vulvas, vaginas, pezones, ombligos, eran los cálices de una misa de acción de gracias por la alegría de haber nacido mujer.

La vida según Galeano: «Mujeres» ( I Parte)

Canal Encuentro de Argentina nos ha regalado a todos los que amamos fervorosamente a Eduardo Galeano la serie «La vida según Galeano». Son trece capítulos en los que el escritor uruguayo nos cuenta a su forma y manera Latinoamérica y el mundo.
Nos cuenta sus asombros y los nuestros traducidos por él, a partir de seleccionar los textos más destacados de su obra. Hace un recorrido particularísimo por la historia, el género humano, el arte, las pasiones, los dolores, las pérdidas que se va entrelazando con imágenes y documentos que ilustran el testimonio de uno de los más atentos observadores de nuestros tiempos. El hilo conductor es la palabra, esa con la que el defiende el derecho de todos nosotros a existir.
Acá les regalo un fragmento del primer capítulo: Mujeres. No podía ser de otra manera.
Buen provecho!!!