Teresa Parodi: “Mi canción tiene que ver con la historia de mi país”

La cantautora Teresa Parodi

Teresa Parodi ha regresado a Cuba para cantar, aunque en Cuba no todos puedan aquilatar en su justa medida el tamaño de la suerte de tenerla otra vez entre nosotros. Es una de las voces imprescindibles del cancionero argentino y latinoamericano, pero pasa por alto los honores y solo reconoce la fiesta que es estar aquí, ahora.

“Me da mucho placer estar con ustedes, de verdad. Es muy emocionante para mí por todo lo que representa Cuba para los sueños y los ideales de tantos latinoamericanos, para la gente de mi generación en especial, en Argentina, que se hermanó con este pensamiento, con este modo de ver el mundo.

“He tenido una relación muy linda, siempre que he venido a Cuba, con la gente que me ha escuchado. He tenido una relación muy hermosa con Sara González, compartimos el escenario varias veces en Argentina y también aquí en La Habana, en el teatro Carlos Marx, hace muchos años.

“Para cualquier cantor popular, cantautor como lo soy yo, este país es una meta que tenemos en el corazón. Es muy importante para nosotros cantar aquí, para los que tenemos esta forma de hacer la canción latinoamericana. Así que estoy muy feliz. Agradezco enormemente la posibilidad de que yo pueda estar aquí, cantando para ustedes y con ustedes”.

Ha vuelto en noviembre, justo para formar parte del júbilo por los tres lustros de andadura de uno de los proyectos esenciales del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, A guitarra limpia; cuyos promotores han querido dedicarlo o lo que es lo mismo poner bajo la tutela -ya de otro mundo y por eso más necesaria- de la cantora mayor Teresita Fernández.

“Es extraordinario lo que hacen acá. Sabía por otros colegas argentinos de lo maravilloso que era el Centro Pablo, pero ahora me enteré de toda esta otra parte que me parece increíble. Me parece que el camino mejor que puede elegir un centro cultural es fomentar y abrir oportunidades a las nuevas generaciones y de estar en permanente contacto con los jóvenes. Ese es el fin último y el primero de un centro cultural que se precie, que tenga conciencia de lo que genera cuando se abre. Estoy feliz de compartir, de poder ser parte de estos festejos”.

Hermanada en este sentir Teresa Parodi, cantora popular por decisión propia,  llega otra vez a Cuba para intentar «zurcir» también este pedazo de tierra, como le gusta decir cuando se refiere a su manera de reconocer -hasta con los ojos cerrados- a su país; por llevar recorriéndolo cantando/aprendiendo sin detenerse, 30 largos años. Y nos habla de su Argentina, de este momento de construcción colectiva, donde la canción de autor, poética y hereje también es una pequeña revolución, con la que se puede defender la vida y lo justo.

“Es un tiempo increíble el que estamos viviendo en la Argentina. De todas maneras es tremendamente difícil porque el enemigo es absolutamente poderoso y tiene las herramientas -que sabemos que tienen- y las viejas mañas como para tratar todo el tiempo de abortar este proceso extraordinario de construcción colectiva.

“La Ley de Medios y la Ley de la Música que hemos logrado en este espacio de gobierno nacional y popular -como no podía ser de otra manera- son una herramienta imprescindible para poder desarrollar los espacios que hasta ahora estaban totalmente en manos de los medios concentrados. Por lo tanto era solo una musiquita la que se escuchaba, pero la diversidad de voces existía lo mismo y se amañaban en el interior y en todas partes del país, aun en la misma Buenos Aires, por abrir espacios alternativos donde poder seguir desarrollando la música porque esto nunca muere. Por eso este país, nuestro país, no está desaparecido, porque su cultura jamás ha sido vencida.

“Quisieron que desapareciera, hicieron todo lo posible en estos últimos diez años de banalización, hicieron todo lo posible con políticas concretas para que despareciera esa cultura, pero es imposible porque tiene historia, porque hay un pueblo que se siente representado en ella y sigue trabajando en sí mismo, en su propia cultura. Los cantautores y toda la gente que emerge de estos espacios de la Argentina profunda van a tener mucha más visibilidad a partir de esa Ley de Medios y de la Ley de la Música que va a fomentar la actividad. Vamos a poder –voy a utilizar una palabra horrible pero necesaria en un país donde el mercado es lo que está vigente, sus leyes- vamos a tener cómo competir, es decir, vamos a poder ser vistos y escuchados y no como ahora que estamos realmente desaparecidos de los medios concentrados.

“Así que le veo un futuro extraordinario porque además hay un semillero. Yo recorro el país palmo a palmo, lo zurzo, lo conozco de arriba abajo, son 30 años que lo camino sin parar, desde que gané Cosquín, ese festival importante que me permitió nacionalizar mi canción y a partir de ahí no dejé de viajar nunca. Lo conozco profundamente y sé el movimiento extraordinario de músicos, de actores, de cineastas, que ha dado este país. El instituto de cine ha fomentando enormemente esa actividad, gracias a que existe esa ley que defiende la industria nacional, y esperamos que lo mismo pase con el instituto nacional de la música, que ahora creó esta ley y que justamente se pone en marcha con el gobierno de Néstor y Cristina”.

A esta época increíble, como también la califica y de la que se siente parte, se contrapone otra más oscura que la cantautora tuvo que sufrir junto a sus compañeros: el horror de la dictadura, donde hacer la canción también fue su manera de resistir, de ofrecerla como un hombro en el que apoyarse.

“En los años de la dictadura, del horror, yo era desconocida. Yo soy hija de esta democracia. Mi canción es hija de esta democracia, porque a pesar de que ya hacía mi  canción, la hacía en las catacumbas. Mi canción ve la luz en los años de la democracia. Antes estuvo sumergida, es libre con la democracia que vuelve en 1983 y yo gano Cosquín en 1984, con estas canciones que hablaban de todo lo que le pasaba a mi pueblo en los años de horror. Entonces, no fue casual. Yo creo que mi canción vio la luz ahí, y pudo salir de la oscuridad y del boca a boca, a escondidas casi, justamente porque la democracia volvió a la Argentina.

“En los años del menemismo que fueron años de bastardeo absoluto, de componendas con el imperialismo, yo me bajé de los grandes escenarios y me fui otra vez a las catacumbas, y me resistí desde ahí hasta que volvieron Néstor y Cristina. Mi canción tiene que ver con la historia de mi país, no podría hacer la canción de otro modo”.

Teresa Parodi estará entonces en Trinidad con el dúo Cofradía, en Santa Clara con los asiduos habitantes del Mejunje, los muchachos de la Trovuntivitis, en Matanzas con los jóvenes Lien y Rey, quienes han ganado este año la beca de creación Sindo Garay que otorga el Centro Pablo.

Pero Teresa no se irá de Cuba sin antes cumplir un sueño viejo que viene amasando desde hace quizá demasiado tiempo. Cantará con Silvio, en uno de sus conciertos por los barrios. Y a ella que se fue a dar clases al campo argentino y les ha regalado conciertos a los maestros en huelga le ha parecido la ocasión ideal para encontrarse con Silvio en un escenario. No hubiera podido ser de otra manera.

“Tengo la posibilidad de cantar con él, juntarme aquí por primera vez. Nunca cantamos juntos. Nos conocemos y nos hemos visto en muchos conciertos que él ha dado en la Argentina, compartimos el escenario pero nunca yo en un concierto de él o él en un concierto mío. Así que es una emoción extraordinaria más para vivir, inolvidable para mí compartir con Silvio, tan querido. Toda la gente que se enteró en la Argentina de que iba a tener esta posibilidad de estar con él, fue impresionante lo que pasó, la alegría de la gente de que nos hermanemos con Silvio en un concierto aquí y en esa barriada que creo es también muy representativa del cubano.

“Para mí es muy importante por lo que admiro a Silvio, que ha sido un referente, como un maestro. Él tiene casi mi edad, así que nos es una cuestión de edad sino de su arte que tiene una belleza y un desarrollo extraordinario. Yo creo que cuando uno canta la canción de otro, se mete en los laberintos de la canción de otro, en las formas musicales que usó, en las armonías, en la forma en que la música se pega con la palabra, que la palabra tiene música; y uno aprende. Por eso también canto canciones de otros, aprendo de ellos y de Silvio he aprendido mucho. No sé si seré buena alumna, pero he aprendido”.

Después, en el Centro Pablo y bajo la yagruma, que ha sido testigo de tantos partos felices, volverá a cantar para los cubanos, esta mujer que se  niega a olvidar las raíces de su canto, las pulsaciones que le avivaron el decir, los nombres de Astor Piazzola, Mercedes Sosa o Atahualpa Yupanqui. Por eso se ha traído el micrófono de La Negra, con él vino a cantar a Cuba para de alguna manera invocarla y convidarla a que la acompañe. Teresa Parodi los ha mantenido vivos a todos a lo largo de sus 30 discos, y este 30 de noviembre los traerá otra vez ante nuestra presencia apenas pronuncie un verso o rasgue las cuerdas de su guitarra. Y nadie tiene permiso para perderse este regalo.

“Pertenezco a una generación de cantautores que se nutrió mucho de la música latinoamericana. Tuve el privilegio de haber nacido en la época de Violeta Parra, Chabuca (Granda), (Alfredo) Zitarrosa, (Daniel) Viglietti, (Atahualpa) Yupanqui, por supuesto, Chico Buarque, en fin autores que influyeron muchísimo en la formación de los músicos argentinos, en esos años, en los 60, que fueron gloriosos para nuestra música. Mercedes Sosa, por supuesto, fue la gran voz que nos unió a todos, la gran madre. Es más, he traído un tesoro. Voy a cantar con el micrófono que era de Mercedes y que me regaló su hijo. Para mí es muy importante traerlo a Cuba porque es como traer un poquito de Mercedes, que nos abrió la huella ancha de la canción latinoamericana. Ella no fue autora o compositora pero fue la voz de todos nosotros y después grabó las canciones de todos nosotros. Así como, por supuesto, las canciones de Silvio y de Pablo que tienen tanto que ver con nosotros, que fueron como hermanos de generación y también nos marcaron profundamente. Recibíamos los casetes de ellos a escondidas como decíamos allá, clandestinamente, pero todos los jóvenes sabíamos cantar esas canciones.

“Atahualpa Yupanqui es el padre para nosotros. Este año se cumple los 50 años del Movimiento del Nuevo Cancionero al que él se adhirió. Estamos de celebración en celebración. Tomamos ese manifiesto como bandera una vez más, para reivindicarlo todo el tiempo y agruparnos a su alrededor, profundizar esa huella. Yupanqui es uno de los primeros que se adhieren al manifiesto que escribe Armando Tejada Gómez, que genera este movimiento de jóvenes preocupados justamente por el destino de la canción, y que miran al continente además. Yupanqui para nosotros es el padre de la música argentina, es el padre de la canción de autor, y su trabajo sigue siendo para nosotros fuente de formación y de inspiración. Su poética es extraordinaria porque con palabras cotidianas supo describir absolutamente, con una profundidad increíble, al hombre y a sus asuntos en mi país”.

Entonces, a uno se le ocurre que puede salir a buscar a Teresa Parodi a los años en que todo estaba por pasar, cuando todavía el ritmo chamamacero no se le había metido en el cuerpo para servirle de acicate, para hacerle implorar por una guitarra que la abuela –siempre las abuelas- le compraría, y todavía no era la autora de más de 500 canciones, apenas intuía la fuerza con que puede impulsarnos hacia delante una canción.

“De niña tomé esa decisión, vaya usted a saber por qué. Dice mi madre que a los 9  años ya tenía la guitarra, afiné de oído y la empecé a tocar y a cantar, a escribir canciones muy feas. Sentía que yo quería decir también. Además de aprender de los maestros, yo quería decir lo que veía a los demás.

“He visto bailar a la gente del interior de mi provincia, en el campo mismo, los he visto transformándose con la música popular de mi lugar. Yo quería ser alguien que hiciera eso en la gente, que a través de la música les pudiera transformar los rostros que a veces tenían de preocupación y cansancio. Cuando oían la música se convertían en otras personas y yo los miraba embelesada y miraba a los músicos y veía que esa cosa mágica la hacían ellos y yo quería hacer eso. Quizá ahí estuvo el comienzo de mi vocación”.

«Estás herida por flores de papel…»

Día Naranja, NO a la violencia contra las mujeres y las niñas

Día Naranja, NO a la violencia contra las mujeres y las niñas

«Lotte Hat Blaue Augen».

Estás herida por las hojas, por las ramas que caen.

Estás herida por los brazos ásperos del bosque
que el caballero no ha de apartar para llegar hasta tu sueño.
Estás herida por flores de papel, por rostros extraños,
por gestos, por sonrisas, por muecas sonámbulas.
Estás herida por una ciudad nocturna y por los pasos de sus hombres ebrios.
Estás herida por los doctores, por la sagrada familia, por los pastores y los ángeles.
Estás herida por los niños, por los hermanitos,
Por la mano inocente que apenas sabe empuñar un lápiz,
por las abejas, por las mariposas, por los cansados gatos.
Estás herida por las risas que suenan en tus sueños
mientras caes por un canasto sin fondo al mundo de Alicia.
No dormida: soñando. Soñando sueños espinosos y ásperos como ramas.
Caminando por las calles imposibles de una ciudad nevada.
Abriendo en el libro un pozo, hallando en el pozo el mar, buscando en el mar la perla.
Como un leming pisando tierras nómadas. (Los lagos se han helado, tienes frío)

Raúl Hernández Novás

 

Confianza

A Juan Villoro Casa de las Américas de La Habana dedicará del 26 al 29 de noviembre su Semana de Autor. Tengan un pequeño adelanto.

Confianza

Nunca antes me había cautivado un pie, al menos no de ese modo. Me senté en el asiento del avión, bajé la vista y sentí, de manera intensa e inconfundible, que los dedos bajo la trabilla de una sandalia reclamaban mi atención. Un pie leve, delicado. Mi excitación me sorprendió por varias razones: eran las seis de la mañana y la realidad se deslizaba ante mí como una deficiente película mexicana; estaba en el estrecho asiento de un avión (mido 1,94 y muy seguido me duele la espalda); no había visto la cara ni el resto del cuerpo de la mujer, y lo más importante y difícil de confesar: no me excito con facilidad.

Algo sucedió con ese pie. Me hizo sentir vivo de manera incómoda.

Saqué la carpeta que debía revisar y me refugié en sus gráficas.

–Eres Boby, ¿verdad? –dijo la mujer de al lado.

No se refería a mí, sino al otro pasajero, que iba junto a la ventana.

–¿Marcela? –dijo él.

–Soy Marta. Nos vimos hace siglos. Tenías fibromialgia.

–¡Dieciocho dolores distintos! Fue mi época más versátil. En cambio a ti no te dolía nada. Eras una chulada. Bueno, sigues monísima. Ya te casaste, ¿no?

El entusiasmo con que conversaron me permitió espiar sin que ellos advirtieran mi curiosidad. Me encontraba junto a una chica agradable sin ser excepcional. Me dedico a la estadística; la media se encuentra entre posibilidades oponentes: Marta representaba esa aporía que es lo “normal”. Pero el pie cambiaba la ecuación; era el sobrante, el punto de inflexión, el extra que cargaba el cuerpo al lado de la sensualidad.

Me molestó estar tan caliente. Me molestó porque no soy así. Envidio a los amigos que hablan con belicoso apremio de las mujeres que codician. Es posible que sean tan pasivos como yo, pero poseen un envidiable ardor verbal.

Amo a Francisca, la mujer con la que me casé hace catorce años. Amo que esté conmigo (iba a escribir “que se conforme conmigo”, pero esta no es una confesión patética sino complicada).

A pesar de su nombre, Francisca no se parece a las mujeres que hacen colectas para el Ejército de Salvación; su rostro no está marcado por un lunar grueso o la viruela de internado; sus pechos no son modestos. En el plano erótico, siempre estaré en falta con ella. Me atrae lo suficiente para buscarla un par de veces más de las que aconseja mi espontaneidad y ella me quiere lo suficiente para prescindir de algunas cópulas sin que eso la afecte, o sin que me lo haga saber, o sin que le moleste masturbarse esos días.

Me dirigía a Aguascalientes a visitar el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Información. Un dato llegó a mi mente: el 73% de los hombres de clase media que viven en centros urbanos dedica sus lapsos de distracción a imaginar mujeres desnudas. Los demás se dividen en subcategorías. Yo pertenezco al 3% de los varones heterosexuales que prefiere hacer listas de razas de perros.

La mujer se trenzó en una rápida conversación con el amigo al que llevaba años sin ver. Boby era un maquillista amanerado, de lengua rápida y preguntas de doble sentido. Quiso saber si Marta estaba “bien atendida” por su marido.

–Me consiente mucho. Es muy detallista.

–¿Es detallista en la cama?

–Es tierno –precisó Marta.

–Ah –se decepcionó Boby.

Seguí revisando hojas sobre coeficientes de variación. Me servían de parapeto para el diálogo que prosperaba junto a mí. Marta llevaba dos años casada, admiraba la capacidad de trabajo de su marido, tenía una casa preciosa, una camioneta “del tamaño de un cuarto de azotea” y un perro Alaska. Era feliz.

Nos trajeron Coca-Cola y cacahuates. Boby habló de las actrices insoportables que había maquillado y de la casita que construía cerca de Pie de la Cuesta. Esclavo de la conversación ajena, bajé la mirada y vi esos dedos magníficos: mi pie, mi cuesta.

La mujer me atraía de un modo fragmentario, en mitad del cielo, mientras comía cacahuates. Una circunstancia absurda y deliciosa.

Boby iba a Aguascalientes para los conciertos de un grupo “de genios totales”: Banana Split. Temí que se detuviera en el tema; por suerte, cedió la palabra a Marta.

Después de describir su vida idílica, incluyendo la recámara decorada con nubes y borreguitos para un bebé todavía futuro, ella guardó silencio. Supongo que Boby aprovechó el paréntesis para verla a los ojos. Luego dijo:

–Hay un problema, ¿verdad?

–Sí.

–¿Qué pasa? –quiso saber el maquillista.

–No sale de la computadora.

–¿La trata mejor que a ti?

–No es eso: es lo que mira.

–¿Qué cosas mira tu marido?

–Pornografía, solo pornografía.

Otra estadística: el 86,2% de los hombres casados ve pornografía. La plática era común.

En ese momento descubrí una ramita en el ojal de mi saco. Había triturado una maceta al salir de mi casa. Francisca estaciona su coche demasiado cerca del mío. Debo hacer maniobras complicadas para abandonar la cochera. Era la cuarta maceta que aplastaba con el coche. Las tres primeras me gustaron; escuché el crujir de la cerámica y sentí una fuerza extraña. La cuarta me preocupó: me estaba convirtiendo en un maniático que quiebra una maceta cada vez que sale con prisa de su casa. En el estacionamiento del aeropuerto revisé el coche. Una planta se había enredado en una rueda. Me costó trabajo desprenderla. Despedía un olor amargo, un olor que me recordó la tarde en que fuimos a comprar plantas a Xochimilco. Francisca regresó feliz a la casa, pero algo olía raro. Olfateamos hasta encontrar una planta de hojas dentadas, suaves, cubiertas de una felpa blancuzca, hermosas y pestilentes. Decidimos ponerla en la cochera. No sabíamos cómo se llamaba, pero pensé en ella como “la Francisca”. La comparación es injusta porque ella huele de maravilla. Pero es un nombre excelente para una planta.

La ramita que encontré en mis ropas no despedía olor alguno.

Estaba a punto de concentrarme en mis papeles cuando Boby comentó:

–Y eso te afecta, ¿verdad? Te afecta que vea mujeres por computadora, porque supongo que son mujeres, ¿no?

–Sí –suspiró ella.

–¿Tu marido te toca?

Me gustó que hablaran del “marido”. Un fantasma sin nombre propio.

–No, no me toca –el tono de Marta se volvió grave–: nunca lo hace.

–¿Y él te gusta? –quiso saber Boby.

–Me encanta, lo adoro, pero no me toca. Ve pornografía –la voz parecía a punto de quebrarse.

Pensé en el ruido de las macetas que rompo. Francisca arrima su coche al mío y espera que yo saque el mío con movimientos de escapista. Si me quejo, soy impaciente. El 63% de los conflictos conyugales comienzan cuando alguien pierde la paciencia. No estoy dispuesto a perder la paciencia. Prefiero romper macetas.

   BIOGRAFÍA

Juan Villoro nació en México, en el Distrito Federal, el 24 de septiembre de 1956. Estudió Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana. Condujo el programa de Radio Educación, “El lado oscuro de la luna” de 1977 a 1981 y fue agregado cultural en la Embajada de México en Berlín Oriental, dentro de la entonces República Democrática Alemana, de 1981 a 1984. Ha ejercido como director del suplemento “La Jornada Semanal” de 1995 a 1998, además de impartir talleres de creación y cursos en instituciones como el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Universidad Nacional Autónoma de México.

Como redactor ha colaborado en las revistas Cambio, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Universidad de México, Crisis, La Orquesta, La Palabra y el Hombre, Nexos, Vuelta, Siempre!, Proceso y Pauta, de la cual fue jefe de redacción, así como en los periódicos y suplementos La Jornada, Uno más uno, Diorama de la Cultura, El Gallo Ilustrado, Sábado, entre otros.

De 1976 a 1977 fue becario del INBA en el área de narrativa y del Sistema Nacional de Creadores Artísticos de 1994 a 1996.

Villoro ha sido profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, en Yale, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y Princeton.

En 1991 publicó su primera novela El disparo de argón pero su éxito como novelista llegó en 2004 con El testigo, Premio Herralde.

Vive entre México y España.

BIBLIOGRAFÍA