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Hace 14 años que Antonio Guerrero no está en Cuba para celebrar el cumpleaños de su madre Mirta. Desde el cumpleaños 66 de su madre le ha tocado felicitarla de lejos, desearle lo mejor del mundo desde la distancia. No han podido volver a cantar juntos, en su casa de la Habana, la versión de Bésame mucho de la brasilera Simone que tanto les gusta a los dos.
Otro 22 de mayo que Antonio y Mirta están separados. Otro año en que ella apela a los más increíbles recursos para mantenerse contenta, saludable, viva, para esperar el regreso del hijo cuya separación ya dura demasiado tiempo. Otro aniversario en que él se saca de dentro todo el amor posible, la múltiples imágenes de su madre, y se lo devuelve convertido en poesía, porque allí donde las manos no alcanzan a llegar físicamente, la poesía pueder dar el mejor de los abrazos.
Y no es que a Antonio lo detengan lejos de su país impostergables compromisos de trabajo o no tenga dinero para regresar algunos días a Cuba. Antonio Guerrero está preso en Estados Unidos desde 1998, hace aproximadamente 5000 días. No está encarcelado por haber cometido homicidio o asalto a mano armada, lo tienen detenido junto a otro cuatro cubanos de nombre Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González y René González, quien está bajo «libertad supervisada»; porque estaban en ese país recopilando información valiosa para Cuba y para el mismo Estados Unidos; sobre la colmada agenda de trabajo de los terroristas que viven a la vista de todos en Miami, entre ellos Luis Posada Carriles -autor confeso del atentado terrorista al avión de Cubana que en 1976 explotara con 73 personas a bordo en Barbados.
Por increíble o absurdo que parezca las autoridades estadounidenses no apresaron a los criminales sobre los que tenían más que suficientes pruebas, proporcionadas por Antonio, Gerardo, Ramón, Fernando y René. Los encarcelaron a ellos, hace ya más de 12 años, después de un juicio fraudulento y obcecado en Miami, donde primó la animadversión hacia Cuba y no el derecho de estos hombres a ser juzgados con justicia e imparcialmente.
Por eso Antonio no está en Cuba y no puede darle a su madre las gracias por ser la fuerza que lo empuja todos los días a levantarse de su cama en la Prisión Federal de Marianna. Pero no por ello desiste de enviarle su regalo hecho poesía, de acompañarla otro 22 de mayo en la distancia y desde el amor.
ELLA
Ella es el ave con alas de paloma blanca
que cruza día a día mi cielo.
Ella y yo tenemos un pacto de Amor indestructible.
Más bien, debo decir:
Ella me reveló la clave del Amor,
me enseño a andar amando
que es la forma verdadera de andar.
Por ella conocí las primeras palabras y las canciones más dulces
que volaban de sus labios a mi pecho.
De ella aprendí el lenguaje de las caricias, de los besos
y de los ojos que hablan sin pronunciar palabras.
Su ternura siempre me rodea,
conmueve mis sentidos exquisitos,
es el pan de cada día de mi alma.
Su paz se abre ante mí como un lago
donde la tarde pinta sus pasajeras nubes
y la noche deja sus estrellas.
Repaso, continuamente, imágenes de Ella
con su pasión y su paciencia,
con su entereza y su dulzura,
sus manos volando entre el sol y la luna,
sus manos preservando las ropas, los platos, el orden y los sueños,
sus manos tocando las mías
borrando como un manantial de luz mis sombras.
Cuando ella habla en medio de su larga lucha
su voz cargada de verdad y de dolor
se expande como un corazón repartido.
Cuando ella ríe en la hora más oscura
su risa sube a la más alta cumbre
y conquista la alegría.
Cuando ella canta en la gran soledad de las distancias
su canto hace nido en la esperanza.
Todo se lo debo a Ella:
mi sangre, mis meditaciones,
mi generosidad, mi transparencia,
mi corazón sin tregua, mi armonía
y, por supuesto, mis versos.
Ella es para mí la más bella,
flor a flor, aurora por aurora.
Ella es tan hermosa como la brisa.
Ella es tan simple como la hierba.
Ella es mi novia única y eterna.
Ella es mi amada Madre.