Mudez

… en ellas se sostiene

el corazón de las transformaciones

Mario Benedetti

Estoy más flaca. Las ropas me quedan livianas.  Nadie se percata, sólo yo. Todos me miran el cuerpo y no saben de cuántos kilogramos me he deshecho.  Nada parece faltar. No he perdido el apetito, voy a la mesa sin falta todas las horas convenidas y también a destiempo. Tengo la cara llena, no sé si parece pandereta o luna llena, pero no hay indicios de que pueda estar famélica.

Estoy más flaca. Estoy vacía de palabras. Se fueron una a una por algún orificio que aun no encuentro. Me abandonaron cuando estaba mirando hacia otro lado. Alguien me las robó en medio de algún sueño azaroso y yo que estaba preocupada por despertar antes que llegara el fin del mundo me he quedado sin posibilidades de decir. Les tiendo trampas, les pongo azúcar, dejo libros abiertos sobre la cama, voy mirando el mundo con más atención, me asusto con facilidad, doy abrazos, busco chellos con insistencia, dibujo peces de agua en las azulejos del baño, canto alto y desafinado en el patio del vecino, pero nada ha dado resultado.

Estoy más flaca y muda. No creo sea una buena combinación, pero es la fórmula que en esta hora me describe. No sé a quién pagarle el rescate de mis palabras. En cuál dirección buscarlas para rogarles que vuelvan a mi casa y se dejen mimar. Prometo hacer concesiones: escribir o hablar de lo que ellas exijan, de temas trascendentales y de interés nacional o solo del gesto amargo que provocó mi ira o mi dolor. Ellas decidirán.  Solo quiero que regresen.

Hago un último intento. Les ofrezco poesía, con ella convido a mis palabras. Puede resultar un recurso desatinado, lo sé. Tengo conciencia de que hay palabras que no se dejan atrapar, que no aceptan dádivas ni chatajes. Ellas se dan en la urgencia de ciertos actos, cuando su presencia viene a poner orden o caos al mundo. Ellas cuentan nuestras historias. Espero vengan a llenar mis páginas en blanco.

La palabra

…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Que buen idioma el mío, que buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras. Pablo Neruda, Confieso que he vivido

Chávez

Hugo Chávez (1954 - Siempre)

Hugo Chávez (1954 – Siempre)

No voy a emborronar cuartillas para hablar de la ida de Chávez. El dolor se dice callando muchas veces. Les dejo palabras escritas, lloradas, sentidas en otras muertes, iguales de dolorosas e  irrevocables.

Consternados, rabiosos

Así estamos, consternados, rabiosos, claro que con el tiempo la plomiza consternación se nos irá pasando, la rabia quedará, se hará más limpia. Estás muerto, estás vivo, estás cayendo, estás nube, estás lluvia, estás estrella… Donde estés … si es que estás … si estás llegando… aprovecha por fin a respirar tranquilo, a llenarte de cielo los pulmones. Donde estés … si es que estás … si estás llegando … será una pena que no exista Dios. Pero habrá otros, claro que habrá otros dignos de recibirte comandante (Mario Benedetti)

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El otro

Nosotros, los sobrevivientes,
¿A quiénes debemos la sobrevida?
¿Quién se murió por mí en la ergástula,
Quién recibió la bala mía,
La para mí, en su corazón?
¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,
Sus huesos quedando en los míos,
Los ojos que le arrancaron, viendo
Por la mirada de mi cara,
Y la mano que no es su mano,
Que no es ya tampoco la mía,
Escribiendo palabras rotas
Donde él no está, en la sobrevida?( Roberto F. Retamar)

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Los Heraldos Negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! (César Vallejo)

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CHÁVEZ POR GALEANO

Hugo Chávez es un demonio. ¿Por qué? Porque alfabetizó a 2 millones de venezolanos que no sabían leer ni escribir, aunque vivían en un país que tiene la riqueza natural más importante del mundo, que es el petróleo. Yo viví en ese país algunos años y conocí muy bien lo que era. La llaman la «Venezuela Saudita» por el petróleo. Tenían 2 millones de niños que no podían ir a las escuelas porque no tenían documentos. Ahí llegó un gobierno, ese gobierno diabólico, demoníaco, que hace cosas elementales, como decir «Los niños deben ser aceptados en las escuelas con o sin documentos». Y ahí se cayó el mundo: eso es una prueba de que Chávez es un malvado malvadísimo. Ya que tiene esa riqueza, y gracias a que por la guerra de Iraq el petróleo se cotiza muy alto, él quiere aprovechar eso con fines solidarios. Quiere ayudar a los países suramericanos, principalmente Cuba. Cuba manda médicos, él paga con petróleo. Pero esos médicos también fueron fuente de escándalos. Están diciendo que los médicos venezolanos estaban furiosos por la presencia de esos intrusos trabajando en esos barrios pobres. En la época en que yo vivía allá como corresponsal de Prensa Latina, nunca vi un médico. Ahora sí hay médicos. La presencia de los médicos cubanos es otra evidencia de que Chávez está en la Tierra de visita, porque pertenece al infierno. Entonces, cuando se lee las noticias, se debe traducir todo. El demonismo tiene ese origen, para justificar la máquina diabólica de la muerte. (Eduardo Galeano)

Es raro ser niña o yo quiero ser boxeadora

 

– … Quiero ser boxeadora, como mi mamá.

– A ver, mírame… Querrás decir como tu papá.

– No, maestra, como mi mamá. Campeona Nacional, en dos ocasiones. Medalla de plata en los Panamericanos Congo Belga, 2005, cuatro de bronce en el Mundial de Islas Granadinas, 2007 y Oro en el Regional por equipos, Burundi, 2008.

– Mi niña… ¿Crees que puedas traer a tu mamá a la escuela…? !O no! !Mejor no! Mejor trae a tu papá.

– No tengo papá.

-No entiendo.

-Nací sin papá. Mi mamá se fajó con él cuando yo estaba dentro de su barriga.

– ¿En la barriga de tu papá?

– No maestra, los papás no paren. Dentro de mi mamá.

-!Claro que sí! Disculpa… Estoy algo aturdida ¿Entonces, tu mamá lo golpeó?

-Y él murió.

-Lo mató.

-No, maestra, murió para ella.

-!Ah, ya entiendo! !Es una metáfora!

-No, maestra, es un símil.

-Bueno, un símil… Ven acá, mi niña, ¿por qué tu mamá decidió ser boxeadora?

-Para defenderse.

-¿Para defenderse de quién, niña?

– De la vida, porque la  vida le ha dado muchos golpes.

Así comienza el libro Es raro ser niña de la escritora cubana Mildre Hernández. Un libro que nos deja adentrarnos en la vida de Cuasi, que quiere ser boxeadora para defenderse de los golpes de la vida, tal como lo hace su madre.

Este cuaderno me lo leí de un tirón en una guagua, después de comprarlo en una librería improvisada bajo una carpa en el Parque del Quijote en la Habana. Demasiadas coincidencias felices no podían sino llevar a una lectura maravillada. Y así terminé yo. Riéndome sola en medio de extraños y maravillada por la historia que cuenta Cuasi, a saltos entre la risa y el dolor, porque esta niña, para nada rara, nos habla de la soledad, la incomprensión, la incomunicación, la traición, a partir de valerse de una imaginación utilísima, que le permite sobrevivir a tantos estragos. Lo demás no se los adelanto.  Déjense pillar por la curiosidad y salgan a buscar ese libro, si antes no los encuentra él primero. ( Les doy un dato: está en la librería Fayad Jamís de la calle Obispo, una de las más bellas que hay hoy en la Habana. Así que ya pueden ir a sorprenderlo)

Por toda la alegría disfrutada en sus páginas le pasé la magia a mi amiga Leydi, para que ella también sintiera los efectos sanadores de la historia de Cuasi.

Y para quién le parezca raro el deseo de Cuasi de ser boxeadora le recomiendo tener en cuenta la Contraofensiva que nos dejara el inolvidable Mario Benedetti:

Si a uno
le dan
palos de ciego
la única
respuesta eficaz
es dar
palos
de vidente.

¿Cuántos de nosotros no hemos ansiado manejar el arte pugilístico cuando la hemos emprendido a palos de ciego contra la vida? Creo que de saber «boxear» habríamos sido vencedores en unas cuantas peleas. ¿No creen?

 

 

 

Me falta Benedetti (+ Fotos)

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Ayer no me acordé, no lo supe, el corazón no me lo advirtió. Este 17 de mayo hizo dos años de que Mario Benedetti cometiera la falta imperdonable de morírsenos. Ayer no lo extrañé, pero hoy, sabiéndolo otra vez muerto me vuelve a dar calor el reproche que tengo atravesado desde el 2009. Si alguien no debió irse del mundo, dejarnos desamparados, ese era Mario.

No nos bastan las poesías, las novelas, la constancia de su compromiso con la justeza y la verdad. No nos alcanzó el tiempo para que Mario nos ayudara a encontrar los caminos, a encauzar la rabia, a aligerar el corazón.    

Qué vamos a hacer los que no rompimos las puertas de Casa de la Américas para escucharlo decir calladamente, con timidez casi, sus canciones. Los que no vislumbramos su asombro al saberse admirado, durmiendo de miles de formas distintas bajo las almohadas de las adolescentes, volando entre pliegos de papel en las aulas de las escuelas, seduciendo al amor, haciendo el amor.  

Dos años ya y la hora del ángelus no ha encontrado mejores palabras que la nombren. Ni otra hora ha sido propicia para los amadores y bardos.

Mario sigue haciendo una falta sin nombre y sin fondo. Mario sigue siendo la añoranza de la poesía.