¿Banalidad versus mujeres?

 

Por Danae C. Diéguez

Tomado de Género y Comunicación, Semlac, Cuba

Existe una tendencia en los medios de comunicación masiva en Cuba que insiste en abordar temas sobre las mujeres o desde las mujeres, o sea: múltiples voces femeninas que hablan y cuentan sus experiencias. Así, varios espacios televisivos, reportajes en los noticieros, instituciones que proclaman el número de mujeres que tienen al frente de diversas tareas. Quienes trabajamos los temas de género, y especialmente los estudios de mujeres, pudiéramos ver todo ello como un progreso pero sucede que, precisamente al adentrarnos en un análisis de mapeo sobre cómo están articuladas esas representaciones afloran síntomas que desmienten ese aparente avance.

Es muy importante la posibilidad de visibilizar cualquier quehacer en que seamos protagonistas. Eso como primer paso es vital: hacer visible lo invisible. Sin embargo, cuando esa visibilidad recurrente repite estereotipos, reproduce binarismos esencialistas y se convierte en una característica es para preocuparse y mucho. Sucede que lo que aparentemente se quiere denunciar termina por aparecer como legítimo y natural. Lo que constatamos hoy en los medios y en el tratamiento que desde algunas instituciones se le da al tema es que hay una persistencia de la banalidad y la vulgaridad, a ello se le suma el encorsetamiento que sobre la feminidad se tiene, a lo que responden reportajes en los que mujeres transgresoras, en términos de lo que se conoce como la división sexual del trabajo, o sea que a aquellas que asumen roles profesionales no tradicionales para el habitual concepto de lo femenino, se les exija y de hecho se haga hincapié en cómo «a pesar de todo» continúan siendo «femeninas»: se arreglan las uñas, se maquillan, etc. El asunto es mucho más complejo pues la elección personal para todo ello es necesaria, pero como elección no como un deber ser que nos ubica en una feminidad que es arbitraria.

En varios textos he comentado, y muchas de mis colegas lo han hecho de manera excepcional, el daño que puede provocar nombrar los estudios de género sin el dominio que debe sostener cualquier comentario al respecto. La televisión -que es donde me detendré-, aunque no la única institución sí es la de mayor impacto social y parece no tener en cuenta que simplificar y reducir es banalizar.

Por un tiempo, de cuyo alcance prefiero no acordarme, apareció el programa Ecos de mujer por el canal Cubavisión –uno de los más populares en Cuba-, en el que el caos de la puesta en escena no acabó nunca de explicarnos de qué eran los ecos y mucho menos logramos entender por qué eran los de las mujeres. Aquello en términos de coherencia con el tema no tenía ninguna lógica, a no ser la de continuar potenciando la banalidad. Porque allí, a pesar de tener en varios momentos invitados interesantes, como no había una concepción clara -al menos así se entendía-, cualquier comentario inteligente se diseminaba.

Hoy los ecos de mujeres continúan. Ya no hace falta ningún programa con ese nombre para constatar que así anda casi todo lo relacionado con el tema. Es increíble cómo desde los chistes que se reproducen ad infinitum en programas que incluyen una sección dedicada al tema, como en ¡Ay mujeres!, del humorístico semanal A otro con ese cuento, aparentemente ellas son las que asumen las riendas pero realmente aparecen con el chiste banal, insípido y vulgar; hasta programas con buenos humoristas en los que sus monólogos son un compendio de burlas a las mujeres. Lo peor es que el público femenino aplaude y ríe con lo mismo que las boicotea. Hasta ese punto se ha naturalizado el chiste en el que ellas son el centro de la historia y en la que los adjetivos de histéricas y peleonas se exhiben como si nada.

La pregunta estaría en si no tenemos derecho a cierta banalidad también, a tomarnos un descanso para el chiste y alguna «superficialidad». La cuestión radica en el derecho que tenemos de escoger ser lo que deseemos, pero escoger, no que nos digan cuál es la fórmula bien aprendida de qué significa ser mujer, amparado en una tradición que es patriarcal y que aún continúa sutilizando sus estrategias de reivindicación en el ejercicio de un poder perpetuado. La clave es si esa superficialidad no es la tónica de muchos programas de televisión que desde las voces de mujeres abordan temas «de mujeres», lo que, al convertirse en recurrencia, se lee como un discurso, quiero creer que irresponsable. La TV es uno de los medios que más impacto tiene en la conformación de imaginarios, en contribuir a modelar actitudes y la sistematicidad en ciertas representaciones. En un país en el que la institucionalidad asume un encargo al respecto resulta mucho más inquietante.

Persistir en programas que repiten hasta el infinito la imagen de una mujer tonta, que solo muestra su belleza y sensualidad es reproducir un tipo de televisión que se esmera en ser trivial, trivialidad que se ancla, en muchos sentidos, en el tratamiento que se realiza sobre los temas femeninos. Recuerdo un programa en el que dos hombres competían sobre deportes y cada uno era acompañado por tres mujeres provocadoras que bailaban cada vez que el competidor ganaba; ellas solo movían sus cuerpos con sensualidad y nunca hablaban, no estaban allí para eso. Que existan en la TV realizadoras interesadas y comprometidas con el tema, así como algunos muy selectos programas que se desmarcan de lo explicado, no quiere decir que tengamos una televisión que apuesta, al menos eso es lo que sus imágenes dicen, por la equidad de género. Sigue leyendo

La vida según Galeano: «Mujeres» ( I Parte)

Canal Encuentro de Argentina nos ha regalado a todos los que amamos fervorosamente a Eduardo Galeano la serie «La vida según Galeano». Son trece capítulos en los que el escritor uruguayo nos cuenta a su forma y manera Latinoamérica y el mundo.
Nos cuenta sus asombros y los nuestros traducidos por él, a partir de seleccionar los textos más destacados de su obra. Hace un recorrido particularísimo por la historia, el género humano, el arte, las pasiones, los dolores, las pérdidas que se va entrelazando con imágenes y documentos que ilustran el testimonio de uno de los más atentos observadores de nuestros tiempos. El hilo conductor es la palabra, esa con la que el defiende el derecho de todos nosotros a existir.
Acá les regalo un fragmento del primer capítulo: Mujeres. No podía ser de otra manera.
Buen provecho!!!