¿Poesía de la intemperie?

Gansos salvajes

Mary Oliver (1935, Ohio)

No tienes que ser bueno.

No tienes que caminar cien kilómetros

de rodillas a través del desierto, arrepentido.

Sólo tienes que dejar que el animal suave de tu cuerpo

         ame lo que ama.

Háblame de la desesperación, de la tuya,

y yo te hablaré de la mía.

Mientras tanto el mundo sigue.

Mientras tanto el sol y los claros

guijarros de la lluvia

se mueven a través del paisaje,

sobre las praderas y los árboles profundos,

las montañas y los ríos.

Mientras tanto los gansos salvajes,

altos en el aire limpio y azul,

se dirigen a casa otra vez.

Quienquiera que seas, no importa que estés solo,

el mismo mundo se ofrece a tu imaginación,

te llama como los gansos salvajes, áspero y excitante,

una y otra vez anunciando tu lugar

en la familia de las cosas.

****

Quién

Jane Kenyon (Michigan, 1947-1995)

Estas líneas son escritas

por un animal, un ángel,

un extraño sentado en mi silla;

alguien que ya sabe

cómo vivir sin preocupación

entre libros, y sartenes y ollas…

 

¿Quién es el que me pide encontrar

el lenguaje por el sonido

que una pezuña de oveja hace cuando rasca

una piedra? ¿Y quién dice

las palabras que son mi alimento?

Los libros me han ayudado a vivir

Entre las novedades que trae la Editorial Gente Nueva para la FIL 2015, figura el volumen de poesía para niños Lo que se me olvida, de la joven Sheyla Valladares (1), hasta el momento una desconocida en estas lides. Un jurado que integraron Magali Sánchez, Teresa Cárdenas y Reinaldo Álvarez tuvo el acierto de conceder el Premio Pinos Nuevos a esta obra que desde el primer momento llama la atención, pues su autora trata a los niños de iguales y no pretende volverse hacia aquel mundo de pueriles imágenes tradicionales harto manidas; por el contrario consigue de modo original regalar el universo infantil con un bagaje de imágenes y sentimientos, que hacen de este un libro diferente. Nuestra Sección da hoy la bienvenida a Sheyla para conocer cuáles son los sentimientos que la motivan a ingresar, ya desde su segunda obra publicada, en el “ejército” de los que escriben para niños…

¿Lo que se me olvida es tu primer acercamiento a la literatura para niños? ¿A la literatura?

Lo que se me olvida no es mi primer acercamiento a la literatura en el sentido amplio del término. Creo que desde antes de tener uso de razón ya tenía relación con los libros, la lectura, las historias, pues mis padres desde bien temprano se preocuparon por propiciarme esta aproximación. Todavía conservo los libros que me compraron mucho antes de que yo aprendiera a leer. A ellos debo en primer lugar mi dependencia total del mundo de las palabras. De ahí que a medida que creciera, se incrementara a un mismo tiempo mis ansias de lectura y mi afán fabulador. En alguna gaveta de mi casa matancera están guardadas las libretas donde esbocé mis primeras historias y poemas. No logro recordar ninguna etapa de mi vida en que no me encontrara leyendo o escribiendo, aunque la decisión de mostrar los resultados de tanta rescritura la he tomado recientemente. Lo que se me olvida es lo primero que escribo para niños, aunque me gusta pensar que puede ser leído por lectores de cualquier edad. Hasta hoy yo misma me sorprendo de los resultados, en términos de escritura, de fabulación, de haber puesto —tal como aconsejaba Pessoa— cuanto soy en cada palabra que dejé allí escrita. Otro volumen cuya existencia me alegra es La intensidad de las cosas cotidianas editado por Sed de Belleza, luego de ser aprobado para conformar su catálogo este año. Es un libro que creció junto conmigo, una bitácora poco complaciente de momentos de vida, historias cercanas, desgarraduras, y de los afectos que me son más caros. En él recojo poemas muy antiguos, algunos de los primeros que escribí y merecieron este bautizo —quizá con algunas modificaciones—, así como los más recientes. Ha sido una escritura accidentada, llena de dudas, con cuyo resultado estoy contenta, aunque no satisfecha, pues los procesos escriturales, como el aprendizaje, nunca terminan.

En tu poemario cantas a las cosas sencillas, cotidianas de la vida, que pueden estar en el día a día de cualquier niño sobre todo en un ambiente campestre, sin embargo, creo que consigues hacerlo desde la belleza del asombro, el rubor ante los secretos del pasado y el susto por lo desconocido, en poemas como El güije, La hora de la siesta, Dentro de los armarios, La panetela, La hora de la comida, Mi mano izquierda, Necrópolis, Montañas, Las nubes, entre otros. Especialmente en Las hormigas hallo una psicología muy diferente para mirar aquello que está a la vista y no siempre logramos captar. ¿Qué piensas de estos temas?

Creo firmemente en el poder de los gestos cotidianos, en su importancia. Sin ellos, sin su práctica y atesoramiento pienso que no hay posibilidades de actos trascendentales, pues estos últimos se nutren de aquellos, de todo lo que van anudando en nosotros, y entre nosotros y las personas con las que interactuamos a lo largo de nuestra vida. Le temo mucho a la solemnidad y a la grandilocuencia. La sencillez no es sinónimo de simplismo como muchos pudieran pensar. Por eso los poemas que citas y el libro en general vuelven sobre mi memoria, las experiencias de mis primeros años, las inquietudes de esa edad, la curiosidad, el juego de imaginar, las emociones que suscitaba mi contacto con el mundo donde crecí: el pueblo pequeño en el campo, mi familia —mi madre y mi bisabuela materna, principalmente—, los juegos, los rituales heredados, el asombro ante los descubrimientos. Todo ello es mi cimiente, sobre lo que hoy me levanto y logro ser.

Partiendo de esta convicción y del riesgo de perder los recuerdos más fidedignos de mi infancia es que nació el libro, su escritura ha sido también una estrategia de rescate. Y como me parece que todos los niños, de cualquier época, compartimos esa herencia, pues no son muy diferentes las vivencias, la intensidad con que vamos conquistando poco a poco el mundo, casi siempre a golpe de mucha imaginación; quise regalarles estos recuerdos míos. Intenté a cada paso, con menor o mayor suerte, volver a ese tiempo primigenio, despojarme de toda pose, ser fiel a esa edad en que todo era nuevo, desde la mujer que soy en estos momentos. La mirada otra que intuyes en la manera de abordar los distintos temas no fue un propósito consciente del todo, el proceso fue bastante arbitrario en relación a cómo fueron concatenándose esos recuerdos y las palabras que les dieron cuerpo. Fina García Marruz en su ensayo “Hablar de poesía”, declara encontrarla “no en lo nuevo desconocido sino en una dimensión nueva de lo conocido, o acaso, en una dimensión desconocida de la evidente”. Esta misma certeza, hoy lo puedo decir, subyació en todo momento mi escritura.

Por otra parte, en el poema que da título al libro dices: A dónde irá lo que se me olvida. / En cuál gaveta se guarda el último recuerdo/ de cómo yo era/ hace un día o una noche. / Cómo sonaba mi risa/ o se veía mi asombro/ cuando aprendía a leer/ o descubría los contornos del mundo. / Cómo olvidé el inicio de esa magia. / En qué lugar dejé protegidos,/ para irlos a buscar después,/ mis recuerdos. ¿Se trata de un canto a esa infancia irremisiblemente perdida? ¿Crees que los adultos logramos mantener la infancia para siempre? ¿O acaso este poema, este libro, es un conjuro que te ha dado Peter Pan?

Este poema es un reflejo de lo que anteriormente te contaba. La infancia es ese estadio vital donde se define mucho de lo que posteriormente ofreceremos al mundo como seres humanos, pero por el peso de las sucesivas vivencias muchas veces sus contornos se nos desdibujan. No creo que irremisiblemente la perdamos; al lugar donde quedan registrados los sucesos y las emociones de esta primera etapa siempre podemos volver. Pienso que lo verdaderamente complejo es enfrentar las experiencias vitales con una transparencia similar a la que muestran la mayoría de los niños en su contacto con el mundo. Este libro, como bien dices, ha funcionado como un conjuro contra la ya tantas veces confirmada fragilidad de la memoria.

¿Qué piensas de la relación literatura-periodismo? ¿A la hora de hacer literatura te ayudó el periodismo?

Creo que cada uno desde su lugar nos ayuda a entender el mundo. Aunque muchos han tratado de establecer líneas divisorias bien demarcadas entre una y otro, el tiempo ha demostrado que las fronteras se han difuminado y los préstamos hechos han sido útiles para lograr sus cometidos. Al periodismo llegué gracias a la literatura, creía que era la manera más expedita para “aprender a escribir”. Luego me di cuenta que la escritura está mediada por un número indeterminado de acontecimientos, y que nadie puede garantizarte acceder a ella. Cuando escribo entro en un terreno de indefensión, allí no hay nada concreto que me pueda ayudar. Prefiero pensar que soy una especie de “lectora” que devuelve esa asimilación de conocimientos, sensaciones, vivencias en forma de poesía o narraciones. Para mí escribir es una manera de leer, por muy contradictorio que parezca.

¿Quién como tú labora en una publicación semanal de alto contenido y tantos lectores como La Jiribilla, dónde encuentra el tiempo para la creación?

El tiempo realmente es escaso. La dinámica diaria en la revista es despiadada, aunque considero que es otro tipo de creación, más colectiva, donde funcionan otro tipo de imperativos. Sin duda, es una labor que deja poco margen a la escritura personal. Aun así cualquier vivencia puede servir de pretexto para arriesgar un verso, iniciar una historia, escribir.

Debutas en la literatura cubana para niños por la puerta grande, publicando en la editorial Gente Nueva y de la mano de Pinos Nuevos, un certamen establecido para autores noveles con un prestigio ganado a lo largo de veinte años. ¿Cómo valoras este premio y el publicar en Gente Nueva?

Este poemario es el primero que escribo con estas características, resultó ser todo el tiempo una prueba contra mí misma, pues tenía que hacer dejación de lo que había escrito hasta el momento y entrar en una zona totalmente nueva. No sabía si lo lograría, pero me satisfizo poder ponerle un provisorio punto final a esas páginas y llamarlas libro. Después resultó una alegría alcanzar el Pinos Nuevos, un premio que ha marcado el comienzo de la carrera de numerosos escritores cubanos. Sé que son muchos los factores que gravitan sobre los concursos, no siempre son un medidor de calidad recomendable. En mi caso me gusta pensar que lo más reconfortante es que el libro logró establecer un diálogo efectivo con las personas que integraron el jurado. Esa es la mayor ganancia junto a la posibilidad de que sea publicado por Gente Nueva, una editorial con un trabajo admirable en la promoción de la literatura infantojuvenil a lo largo del tiempo en Cuba. Desde niña leía los libros de Gente Nueva, ahora formar parte de su catálogo, me llena de orgullo.

¿Crees en el concepto de que existe una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

Me gusta pensar que existe la literatura como una sola entidad, como un corpus compuesto por las diversas variantes literarias. Las demarcaciones en géneros o apartados más que fronteras aislantes, me sirven para atestiguar su riqueza, su capacidad para satisfacer las más exigentes demandas y necesidades lectoras. Lo que me preocupa es que más allá de que sea calificada como infantil o policíaca, estos distingos sirvan de justificación para descalificar ciertos lenguajes o historias.

¿Te gusta la infancia? ¿Cómo piensas comunicarte con los niños de hoy?

Hasta hace muy poco no tenía idea clara de las posibilidades que ofrece la escritura para niños a nivel creativo. Durante el tiempo que escribí el libro, a pesar de que me preocupaba constantemente lograr el ritmo, la conexión con los potenciales lectores a través de las imágenes y de las emociones subyacentes, conseguí disfrutar la experiencia y encontrar vívidamente a la niña que he sido. Es un camino que apenas inicio pero del que no quisiera apartarme más. Creo que no hay fórmulas preestablecidas para poder hablarles a los niños de hoy, como nunca las hubo para escribirles a los niños de otros tiempos. Los libros que más han logrado impactar a la niñez siempre han sido aquellos donde han podido reconocerse, con los que han podido dialogar, los que los han retado a nivel imaginativo, con los que han aprendido sin didactismos simplistas, en los que no se desdeña el poder del juego. Esas son para mí las vías que harán posible esa comunicación con ellos y con todo tipo de lector, eventualmente.

¿En tu concepto los niños leen hoy día más o menos que antes?

Para responderte esta pregunta habría primero que dejar establecido qué entendemos por “leer”. En mi caso cuando pienso en la lectura la veo más allá del acto que encierra la relación con el libro impreso. Considero que en la actualidad se han enriquecido enormemente las posibilidades de lectura tanto en el universo infantil como en el adulto, pues hay una diversidad “textual” impresionante. Lo que me preocupa es que esta pluralidad pierde sentido y efectividad cuando se privilegia solo una ínfima parte de los elementos que la componen, por ejemplo la lectura de textos audiovisuales de todo tipo, y el libro con todo el potencial cognoscitivo y lúdico que concentra pierde terreno, al no poderse organizar estrategias que lo inserten, de acuerdo a las características sociales actuales, de manera atractiva e inteligente en las dinámicas vitales de los niños y de los adultos también.

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?

Cuando se escribe para el público infantil no quiere decir que todo será más fácil, menos arriesgado. Creo debe evitarse todo el tiempo la tendencia a caer en el terreno de lo previsible, de la pereza escritural, de los lugares comunes o el tono condescendiente. Los niños deben ser respetados como lectores tanto como los adultos, pues son seres humanos igual de complejos.

¿Reconoces alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Como lectora me he nutrido tanto de las obras de autores clásicos como contemporáneos, supongo que lo que hoy puede ser considerado mi estilo, bebe de las más diversas fuentes y es una devolución de todo ese acervo. Me gustan mucho Julio Cortázar y Augusto Monterroso, la alemana Jutta Bauer, las argentinas María Elena Walsh y Ana María Shua, la cubana Mildre Hernández y muchos otros.

¿Cuáles son los libros que prefieres leer?

Prefiero aquellos textos donde existe un declarado respeto al lector, en términos de planteamiento del lenguaje, de la urdimbre narrativa, el riesgo imaginativo, el desafío emocional. Si el libro, de cualquier época, logra conjugar estos factores seguramente su lectura me absorberá. Como ya confesé, mis inclinaciones literarias surgieron bien temprano en mi vida, desde el momento en que todo lo que me provocaba la lectura quería a mi vez ser capaz de replicarlo desde mis posibilidades y necesidades expresivas.

¿Tienes un héroe de ficción? ¿Un villano? ¿Alguno en la vida real?

No tengo héroes o villanos de ficción predilectos, disfruto por igual la hechura sagaz de unos y otros. En la vida real mi héroe, o más bien heroína, es mi madre.

¿Qué valores atribuyes a los libros en la formación de las personas?

Si parto de mi experiencia personal, los libros me han ayudado a vivir.

Nota

(1) Sheyla Valladares Quevedo (Unión de Reyes, Matanzas, 1982). Periodista y escritora. Ha publicado el poemario La intensidad de las cosas cotidianas, editorial Sed de Belleza, 2014, Santa Clara y Lo que se me olvida,editorial Gente Nueva, 2014 (Premio Pinos Nuevos en la modalidad de literatura para niños y jóvenes).

(2) Entrevista publicada en el portal digital Cubarte

«Estás herida por flores de papel…»

Día Naranja, NO a la violencia contra las mujeres y las niñas

Día Naranja, NO a la violencia contra las mujeres y las niñas

«Lotte Hat Blaue Augen».

Estás herida por las hojas, por las ramas que caen.

Estás herida por los brazos ásperos del bosque
que el caballero no ha de apartar para llegar hasta tu sueño.
Estás herida por flores de papel, por rostros extraños,
por gestos, por sonrisas, por muecas sonámbulas.
Estás herida por una ciudad nocturna y por los pasos de sus hombres ebrios.
Estás herida por los doctores, por la sagrada familia, por los pastores y los ángeles.
Estás herida por los niños, por los hermanitos,
Por la mano inocente que apenas sabe empuñar un lápiz,
por las abejas, por las mariposas, por los cansados gatos.
Estás herida por las risas que suenan en tus sueños
mientras caes por un canasto sin fondo al mundo de Alicia.
No dormida: soñando. Soñando sueños espinosos y ásperos como ramas.
Caminando por las calles imposibles de una ciudad nevada.
Abriendo en el libro un pozo, hallando en el pozo el mar, buscando en el mar la perla.
Como un leming pisando tierras nómadas. (Los lagos se han helado, tienes frío)

Raúl Hernández Novás

 

Isaily Pérez: “La poesía no salva de nada, solo acompaña”

Isaily Pérez, poetisa cubana

«No dudes tú de mí

e intenta no olvidarme cuando la noche caiga

(aunque en cosas tan móviles solo un dios tenga

certeza)

la impermanencia es difícil prueba.”

Regreso a Knole House

Supe un día ya lejano y sin marcas en ningún calendario que en Santa Clara tejía con versos su existencia una poeta de nombre Isaily Pérez. Con una pequeña muestra de su obra, encontrada en Queredlas cual las hacéis, antología de jóvenes poetisas cubanas del siglo XXI,  anduve buscando el modo de conversar con su hacedora hasta que vino la oportunidad.

A veces en una entrevista no importan mucho las interrogantes sino la disposición del interlocutor a ofrecerse sin ambages, a creer oportuna la mirada que lo inquiere y útil o interesante la suya propia sobre los diarios acontecimientos.  Hay espacios en el tiempo en que se echan fuera determinadas confesiones, apenas si se menciona una palabra a modo de contraseña.

Las preguntas se armaron desobedeciendo reglas, no buscaban lo absoluto o redundante, solo abrir una hendija y dejar pasar, como si de un soplo se tratara, a Isaily.

Por eso no hablamos de su trabajo como editora en la villaclareña Sed de Belleza, ni de su libro Una tela sobre el bosque, premiado en el Calendario de 2006, tampoco de La vida en otra parte, volumen publicado por Ediciones Aldabón en el 2009. Nada de premios, antologías, apariciones públicas, menos de las maneras de concebir la poesía, pues hay procesos que no se develan ni explican, solo se ponen delante de los ojos, y apenas alcanza uno a comprender el estremecimiento que los ha provocado. 

¿Qué título de otro autor te hubiera gustado para un libro tuyo?

 “El cielo protector”, en inglés, tan bellamente sonoro, “The shelterin sky”. Es un libro de Paul Bowles y luego una película de Bertoluci.  Lo hice mío al usarlo como título de un poema.

Sabemos que las palabras tienen su propia sonoridad, su propio ritmo, pero hay quienes al convocarlas intentan seducirlas o hacerlas acompañar  con alguna armonía. En tu caso, ¿qué música escuchas cuando escribes?

Nada, solo silencio.

La urdimbre de la escritura se espesa o alarga de acuerdo con cada escritor. No podríamos dictaminar una fórmula, pues no existe. Solo queda como sabes, escribirlo todo, todo el tiempo. En este sentido, ¿dónde escribes, a qué hora, cuánto tiempo?

Nunca a diario. Generalmente en la noche, por la tranquilidad. Escribo todo el tiempo que el poema necesite. A veces he levantado la vista y han pasado cuatro o cinco horas que parecieron cinco minutos.

¿Cuáles visiones y fatigas están siendo escritas en estos momentos?

Termino, sin saber cuándo se termina, un libro que contiene poemas a las cosas sencillas, a las que acompañan desde siempre: las tazas, los muebles, las lucetas.

Hay quien desdeña leer cualquier tipo de libro mientras vive en pleno acto creativo por el deseo –a veces ingenuo- de preservar la escritura de posibles influencias, ¿en estos momentos lees algo?

Lamentablemente nada glamoroso: la Norma Editorial, que se me ha olvidado un poco. Hace unos días terminé La carretera de Cormac McCarthy, el libro mejor y más terrible que he leído en años, y ojalá no lo hubiera hecho. 

¿Qué verso nunca has olvidado?

Y sin embargo sé que son tinieblas// las luces del hogar a que me aferro, // me agarro a una mampara, a un hondo hierro// y sin embargo sé que son tinieblas. Fina García Marruz.

¿Cómo te salva la poesía de los escollos diarios?

No salva de nada, solo acompaña.

Hay lugares tan inusuales para leer como lectores existen, aunque en muchos casos la cama, como mejor sitio de lectura, gana por mayor número de adeptos,  ¿qué libro consideras ideal para leer en el baño?

Algunos prefieren leer en el baño, yo leo en la cama casi siempre.

Supongo que como filóloga y escritora tienes una relación significativa con las palabras, pero si tuvieras que elegir ¿cuál sería tu palabra favorita?

No soy muy buena con el cuestionario de Bernard Pivot, me viene a la mente “resurrección”.       

Y en caso contrario, ¿cuál es la palabra cuya connotación provoca que la quieras desaparecer del mundo?

Angustia, odio como suena y lo que significa.

Entre tantas historias leídas con denuedo o displicencia, ¿qué libro recomiendas leer y por qué?

La Biblia: tan humana, maravillosamente sobrenatural, y termina bien. ¿Qué más se puede pedir?

Con el séptimo arte, textos otros que “leemos” y nos “leen”, también establecemos relaciones de singular dependencia. Si tuvieras ahora mismo que organizar la programación de un cine,  ¿cuáles serían las películas elegidas?

Comedias. Estaba viendo anoche Lo mejor del show de Benny Hill. El que tenga más de 38 años sabrá de qué hablo.


En estos tiempos en que vivimos tan saturados sonoramente, ¿qué música recomiendas escuchar?

La que a cada cual le guste. Yo escucho de todo, omnívoramente.

¿Qué hace a un día un buen día?

Eso nadie lo sabe. Uno se levanta bien o mal y ya está. No depende de uno, pero un buen café en un lugar tranquilo puede arreglar muchas cosas.

Si pudieras compartir un buen recuerdo.

Me recuerdo de niña, en la playa, recogiendo algo en una orilla llena de piedrecitas, y de pequeños animalillos que se movían, les llamaban “agujones”. El sol calentaba tibiamente, la mañana solo estaba empezando, y todo estaba lleno de promesas.

 Publicado originalmente en la revista La calle del Medio, # 63

Mi única manera de abrazarte

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

(…) no sé escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo (…)

JC

Yo tuve un hermano

 Yo tuve un hermano

no nos vimos nunca

pero no importaba.

 

Yo tuve un hermano

que iba por los montes

mientras yo dormía.

 

Lo quise a mi modo

le tomé su voz

libre como el agua.

 

Camine de a ratos

cerca de su sombra

no nos vimos nunca

pero no importaba.

 

Mi hermano despierto

mientras yo dormía.

Mi hermano mostrándome

detrás de la noche

su estrella elegida.

Julio Cortázar

 Audio del poema

 

Gracias por todo, Fidel

Con motivo de los cuarenta años del poema, el 5 de marzo de 1997, en Matanzas Carilda recitó los versos. Poco rato después, la creadora recibió la sorpresa de que Fidel había llegado para saludarla.

Con motivo de los cuarenta años del poema, el 5 de marzo de 1997, en Matanzas Carilda recitó los versos. Poco rato después, la creadora recibió la sorpresa de que Fidel había llegado para saludarla.

Canto a Fidel1


No voy a nombrar a Oriente,

no voy a nombrar la Sierra,

no voy a nombrar la guerra

–penosa luz diferente–,

no voy a nombrar la frente,

la frente sin un cordel,

la frente para el laurel,

la frente de plomo y uva:

voy a nombrar toda Cuba:

voy a nombrar a Fidel.

 

Ése que para en la tierra

aunque la luna lo hinca,

ese de sangre que brinca

y esperanza que se aferra;

ese clavel en la guerra,

ese que en valor se baña,

ese que allá en la montaña

es un tigre repetido

y dondequiera ha crecido

como si fuese de caña.

 

Ese Fidel insurrecto

respetado por las piñas,

novio de todas las niñas

que tienen el sueño recto.

Ese Fidel –sol directo

sobre el café y las palmeras–;

ese Fidel con ojeras

vigilante en el Turquino

como un ciclón repentino,

como un montón de banderas.

 

Por su insomnio y sus pesares

por su puño que no veis,

por su amor al veintiséis,

por todos sus malestares,

por su paso entre espinares

de tarde y de madrugada,

por la sangre del Moncada

y por la lágrima aquella

que habrá dejado una estrella

en su pupila guardada.

 

Por el botón sin coser

que le falta sobre el pecho,

por su barba, por su lecho

sin sábana ni mujer

y hasta por su amanecer

con gallos tibios de horror

yo empuño también mi honor

y le sigo a la batalla

en este verso que estalla

como granada de amor.

 

Gracias por ser de verdad,

gracias por hacernos hombres,

gracias por cuidar los nombres

que tiene la libertad.

 

Gracias por tu dignidad,

gracias por tu rifle fiel,

por tu pluma y tu papel,

por tu ingle de varón.

Gracias por tu corazón.

Gracias por todo, Fidel.

(marzo de 1957) 

 1El periodista estadounidense Herbert Mathews entrevistó a Fidel el 17 de febrero de 1957 en la Sierra Maestra; el 24 de febrero apareció en el periódico New York Times su artículo Cuban rebel is visited in hideout. La revista Bohemia publicó el 3 de marzo En la Sierra Maestra. Famoso corresponsal entrevista a Fidel Castro y el 10 de marzo Sierra Maestra. El hombre estuvo allí. De este modo, se difundió la grata noticia de que Fidel Castro estaba vivo y en ese momento de alegría surgió el poema.

Carilda ha precisado que escribió el canto romántico al leer la confirmación (en la revista Life) de que Fidel estaba vivo. Por lo mismo, puede situarse la escritura entre finales de febrero e inicios de marzo de 1957. Una versión manuscrita del poema fue llevada a la Sierra Maestra. Se leyó al inaugurarse la emisora radial del Tercer Frente Oriental Mario Muñoz (3 de septiembre de 1957) y se publicó en el periódico matancero El Imparcial, el 7 de enero de 1959. Con motivo de los cuarenta años del poema, se realizó una velada homenaje a la poeta, el 5 de marzo de 1997, en Matanzas. Se leyó una carta de Fidel Castro y Carilda recitó los versos. Poco rato después, la creadora recibió la sorpresa de que el Comandante había llegado para saludarla.

¿Esta es la belleza?

El dorado fuego y la lluvia

 El fuego de la tarde

una y otra vez

ha sido hostigado por la lluvia.

El tronco quebrado de un flamboyán

cae sobre las buganvilias

y los pétalos rojo naranja

derraman su delicada sangre

sobre las aceras.

La humedad deshace los montículos

donde viven las hormigas locas,

la casa en el filo del aire

de las mariposas

y los nidos.

Pasa el viento en sus violentos

caballos ciegos.

Y el fuego de la tarde

crepita y canta en agonía

hostigado por los puñales de la lluvia.

 

Elogio

Nadie sabe

las lágrimas que vierte

el agua

para llegar a ser

la fuente cristalina.

 

La simiente

Nos dijeron:
esta es la belleza.
Para que no pudiéramos
verla con nuestros ojos
ni hacerla con nuestro
propio esfuerzo.

Por ahora sería difícil
decir: esta es la belleza.
Y no lo hacemos porque
fatalmente nos equivocaríamos.

 

El venado

Es como la tristeza.

Mira como los hombres en invierno.

Y, como el huérfano, apenas pone

Sus huellas en la yerba.

Es como la tarde.

Crece su piel hacia la soledad oliendo el monte.

(Por su perfil transcurren el disparo y la noche,

La memoria imprecisa del acoso.)

Pero bajo su angustioso ramo de cuernos

No cabe el pensamiento y muere, como de un salto,

Con los ojos abiertos.

 

Leyenda árabe

Cruzado de brazos

sintió llegar

madurar y apagarse

una tras otras

las estaciones.

Y una tarde sin sol

vio pasar el carro fúnebre

de su último enemigo.

Cuando intentó

alzar la copa del brindis triunfal

su mano se volvió una flor rota

y su cabeza llena de odio

se inclinó por última vez.

Luis Suardíaz (1936-2005). Haber vivido, su primer libro, se publica en 1966 y alcanzó mención en el Concurso Casa de las Américas. Le sucedieron, entre otros, los siguientes títulos: Como quien vuelve de un largo viaje, 1975; Leyenda de la justa belleza, 1978; Todo lo que tiene fin es breve, 1983; Siempre habrá poesía, 1983; Tiempo de vivir, 1988; Estas son mis sagradas escrituras, 1988; Un instante que sostiene toda la luz, 1988; Nuevos cuadernos de clase, 1989; Papel mojado, 1991… También preparó antologías y redactó ensayos, entre ellos, el titulado Para llegar a El Gran Zoo, de 2002, sobre la obra poética de Nicolás Guillén.

 

 

La breve duración

Orquídeas cubanas. Foto: Sheyla Valladares

Orquídeas cubanas. Foto: Sheyla Valladares

LA BREVE DURACIÓN

Leí un largo poema de William Carlos Williams

sobre el amor y los asfódelos. Entre lo que ignoro,

tampoco sé qué cosa es el asfódelo. Otras flores tuve

y de otros poemas gusté y también tuve otras ignorancias.

Es cierto que los poemas colocan cosas sobre el mundo

y que hay personas que no gustan de ellos

ni del mundo,

aunque serían mejores si tuvieran

aquello que tienen los poemas.

¿Qué tienen los poemas, William Carlos Williams?

Provocan la desazón de lo desconocido,

el deseo de asir el humo que emana

de lo que creemos conocido.

Tuve esta flor, por ejemplo, hace años,

sobre la pared de una casa en la que estuve viviendo;

en su patio las orquídeas cubrían el lugar

donde antes estuvo la caseta de madera;

en la caseta de madera, el padre de mi amigo,

una mañana nada especial

amaneció colgado de las vigas.

Las orquídeas luego cubrieron el lugar

pero no borraron su aura de tragedia.

De entonces acá esas flores no perdieron hermosura,

pero igual son materia del suicidio.

Otra flor tuve que vi crecer bajo mi agua

—el lirio perenne descrito por Aiel—;

tenía pocas cosas, paredes alquiladas me servían de hogar:

todavía me sirven.

No tuve asfódelos, tuve estas para mí.

Y de mí ellos no guardaron memoria.

Es vanidad de los poemas fijar los deseos del otro

y es vanidad de los poetas

creer que sus versos se fijan en el otro

como no lo hace la flor más que el tiempo

que le corresponde.

Si acaso guardaré algo para mí será lo mismo

que di a los otros que se me acercaron:

la breve duración de los asfódelos,

las orquídeas suicidas, los lirios de agua.

Teresa Melo*

 

*Destacada poeta cubana nacida en Santiago de Cuba, en 1961. Es graduada de Filosofía en la Universidad de la Habana. En su ya extensa trayectoria literaria destacan los títulos Libro de Estefanía (1990), El vino del error (1998), poemario este por el que recibió el Premio de la Crítica de ese año, Yo no quería ser reina (2000), El mundo de Daniela (poesía para niños, 2002) y Las altas horas (2003), libro con el que obtuvo el Premio de Poesía Nicolás Guillén. Es además autora de las antologías Mujer adentro (2000), Incesante rumor (2002) y Soy el amor, soy el verso. Selección de poesía de amor en lengua española (2004). Sus textos aparecen en numerosas antologías de poesía publicadas dentro y fuera de Cuba; entre otras: Ellos pisan el césped (1988), Poesía infiel (1989), Retrato de grupo (1989), Jugando a juegos prohibidos (1990), La isla entera (1995), Hermanos (1997), El turno y la transición. Poesía latinoamericana del siglo XXI (1997), Donde termina el cuerpo (1998), Mujer adentro (2000), La casa se mueve (2001), Incesante rumor (2002), Heridos por la luz (2003) y La estrella de Cuba (2004). Actualmente trabaja como editora en su provincia. Es miembro de la UNEAC y, entre otros reconocimientos, le fue otorgada la Distinción por la Cultura Nacional.

Datos ofrecidos por A. A. G

 

Perspectiva

Los remos de Kcho, sostenidos por el Malecón…

Cualquiera puede buscar el oleaje que precisa

o quedarse en la orilla, pulir los remos,

imaginar la huella líquida en la madera virgen y sedienta,

los límites del agua

la posible profundidad, el cálculo erróneo.

Las redes se tejen en tierra

pero van al mar para probar su consistencia

su validez de trampa y de arrepentimiento,

el pretexto de su urdimbre.

La quietud  y la zozobra desde lo firme

tienen distinta corporeidad.