Misterio

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Hace unos día amaneció una berenjena al pie de la escalera de mi casa. No supe si su presencia allí, agazapada entre la pared y el primer escalón, respondía que se había caído de la jaba de alguien o era obra de esas dádivas a las distintas deidades sobre las que se sostiene el imaginario popular.

Esa berenjena era el misterio, la puerta a un mundo apenas avistado, del que solo me llegan referencias por lecturas, por prácticas simbólicas que me he tropezado a los pies de las ceibas o de las palmas reales, aquí, en medio de la ciudad. Casi siempre en la mañana estos árboles amanecen con sus ofrendas varias, puestas allí con fervor, con la certeza de que cumplirán su cometido, de que traerán las respuestas a las plegarias.

Una berenejena trasmutada en símbolo de una fuerza recóndita, llena de distintos deseos y esperanzas.

Nunca sabré de los deseos que abrigó. Allí estuvo su piel violeta, ya no la encontré.

Al mismo tiempo parecía una de las pinturas de Arturo Montoto; una instalación que el artista había dejado preparada para venir a pintar luego, cuando el trasiego del día fuera decayendo y nadie pudiera interrumpir el momento en que convierte en arte la posible relación entre elementos extraños: las frutas y la ciudad.

Parecía una obra suya salida del lienzo por los  peldaños, los quicios, los rincones de escaleras, las paredes engañosamente insolidarias que el pintor casi siempre eterniza en su obra, en el afán de unir las partes de un todo dispersas y lejanas.

 

Caminando por la «Tierra oscura» de Mario García Portela

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“El paisaje es la casa grande del hombre, de todos los hombres. Allí anidan sus sueños y también sus vidas, las alegrías y las tristezas, los recuerdos y el tiempo, visto desde una dimensión mayor. Pintarlo es pintarnos a nosotros mismos, porque lo que hacemos es reconstruir parte de la historia personal y colectiva.”

Con estas palabras abrió el catálogo de la exposición del pintor cubano Mario García Portela “Retratos del bosque” de 2007, escritas por Toni Piñera y que sirven para definir sin estereotipos  el trabajo de este maestro del movimiento paisajístico cubano.  Al mismo tiempo son el pretexto ideal para invitarlo a conversar sobre sus proyectos inmediatos y sobre algunas peculiaridades de su obra pictórica, que es lo mismo, que su relación con la naturaleza.

Cinco años después de su última presentación, el artista prepara una nueva muestra de su pintura, en la que viene trabajando hace algún tiempo. “Tierra oscura” es el nombre que llevará el conjunto que podrá ser apreciado en la segunda mitad del año en la galería El reino de este mundo de la Biblioteca Nacional José Martí. En ella García Portela vuelve sobre sus temas de siempre, el entorno natural, el bosque, y fundamentalmente, los árboles, para con su habitual manera de utilizar los colores hacernos “mirar mirándonos” a través de los fragmentos del paisaje que nos propone.  

“Tierra oscura  es otra muestra de las formas de mi trabajo. En ella está presente nuevamente la tierra, desde una perspectiva muy barroca, pues utilizo mucho el contraste de luz y sombra. De igual modo es una visión de la  tierra como planeta para llamar de algún modo la atención sobre la «oscuridad»  que se cierne sobre ella.” Sigue leyendo

La generación que escala el muro (en el estudio de Alfredo Otero)

 

Alfredo Otero

Alfredo Otero

Tomado del blog de Wendy Guerra, Habáname

Una conga que baila en reversa con ‘Los Carpinteros’, un preciso proyecto de transparencias ultravioletas proyectada por Carlos Garaicoa,  manos cargando  ‘Un poco de nada’ de Alexander Arrechea, ‘Los Saris’ de Leandro Soto, ‘El circo Triste’ que interpreta la dramaturgia de Wilfredo Prieto, otro muelle desecho y reconstruido por Kcho, una ‘Jaba de arena’ como huella de Liset Castillo, excepcional proyecto de caballete y arte digital de René Francisco y el gran sofá aéreo de Esterio Segura, son  parte del amplio recorrido que se puede hacer desde ya en la Bienal de La Habana 2012.

La Cabaña, El Centro Wifredo Lam, Pabexpo,  La Lavandería, una Zapatería y las propias calles de La Habana se abren para dejar pasar obras cubanas fabricadas por estos meses en la isla y otras hechas lejos de aquí  llegando a tiempo y con exceso de equipaje.

Lo interesante de esta 11ª edición es la cantidad de artistas que retornan y la importancia que se les concede, tanto a las sedes oficiales como a los espacios privados. La connotada y respetada presencia de los invitados a sitios alternativos y la apertura de estudios durante el evento;  atractiva idea que agradecemos para movernos en la ciudad como quien navega en una inmensa galería. Y aquí estamos los habaneros mezclados con los visitantes que esperamos dos largos años para ver  (desde adentro) como se reúne el arte cubano hecho desde cualquier punto del mundo.

Alfredo Otero es otro de los jóvenes artistas que expone para uno de estos espacios públicos, pero si entras a su estudio verás el desarrollo de su trabajo, que alcanza- a grandes brazadas- y con rigor, el eje medular de una generación difícil de abordar en cuanto a técnica, mercado y sagaces tópicos, pero que en mi opinión, y sin comparaciones, tienen un centro que les comunica: El pormenorizado aprendizaje para escalar hacia el otro lado del muro. Abren espacios antes lacrados y saltan de allá para acá y de acá para allá considerando esta ruta como parte del gesto. Muros de agua, muros de ladrillos, muros de ideas. MUROS  para escaladores ilustrados.

Otero, egresado de la histórica Academia San Alejandro, transitó sus años adolescencia siendo un conocido y respetado modelo que aprendió y entrenó su ojo durante las noches de pasarela y los días de largas y exigentes sesiones expuestas a la impresionante luz de Cuba. Tal vez es ese mismo manejo de la luz lo que hace que la amplitud de sus telas «nos dejen ser», sin ego, en nuestros propios estados, un testigo esencial de la asfixia o la libertad que otorga el telón de fondo de este particular show que es hoy la vida sincrónica de su imaginario.

Como si nos encontráramos en un retablo, Alfredo mancha y construye todo lo que pueda asfixiarnos, con una técnica exquisita se atreve a «pintar» y es esto lo que más agradezco de una buena mano, una mano suelta que dibuja sin temor el sitio donde nosotros nos detenemos para ser juzgados por la morfología que propone. Agradezco a Carlos Quintana y Alfredo Otero el paso de tirarse contra la tela, remangarse las manos y actuar, manchando, cada cual en su canon.

Desde su estudio  situado en la zona de Siboney le entrevisto para Habáname, tras saber la grata noticia de que en este momento se subasta una de sus obras en la conocida casa Christie´s. Sigue leyendo