Perspectiva

Los remos de Kcho, sostenidos por el Malecón…

Cualquiera puede buscar el oleaje que precisa

o quedarse en la orilla, pulir los remos,

imaginar la huella líquida en la madera virgen y sedienta,

los límites del agua

la posible profundidad, el cálculo erróneo.

Las redes se tejen en tierra

pero van al mar para probar su consistencia

su validez de trampa y de arrepentimiento,

el pretexto de su urdimbre.

La quietud  y la zozobra desde lo firme

tienen distinta corporeidad.

Conversación

Conversación Foto: Sheyla Valladares

Conversación Foto: Sheyla Valladares

El día puede terminar de esta manera. Nosotras dos conversando sentadas en el malecón. Sin mucho que hacer ya. La noche se avecina. Te reíste de mi sombrero en cuanto me viste aparecer bajando por Prado. Me dijiste  con el cigarro bailándote en la boca,  que no se me desprendía el campo del cuerpo, que yo iba a ser siempre como los venados, tirando para el monte. Te dejé decir, también riéndome, y te advertí que después ibas a querer que te lo prestara cuando el sol del mediodía te fundiera la cabeza. A esa hora sabes que no tiene clemencia.  Alumbra casi con rabia, despellejándolo todo.

Subimos y bajamos cerquita del muro del malecón. Los fines de semana se llena de gente, sobre todo de muchachitos jóvenes, que se creen grandes y se van solos a pasear por la Habana y lo peor es que los padres dejan que se lo crean. Los miro hacer, con sus chistes y su bullaranga, con la energía de sus años.

El día se va yendo. No pasa nada extraordinario. Creo que te fumaste más de diez cigarros. Fumas rápido, como si alguien quisiera arrebatarte ese  placer de improviso. Hubo uno que vino a pedirte fuego, otro a pedirte un cigarro.  Yo me echaba fresco con el sombrero. Comimos alguna bobería. Me cuentas del bisnieto que ya está aprendiendo a hablar. Tengo que ir por tu casa a conocerlo.

Antes de irnos nos sentamos un ratico en la Punta. Hace un fresquito sabroso. Por esa zona el malecón está lleno de muchachones que se tiran al agua desde los riscos. La gente se piensa que el malecón es una playa. Se tiran al mar como si nada, no le tienen miedo a la fuerza con que las olas los empujan contra las piedras. Se impulsan, dan vueltas de carnero y caen al agua entre los gritos de los que están en la orilla. Seguro son gente de aquí cerquita, de la Habana Vieja o de Centro Habana. Nos entretenemos mirándolos. Me dan un poco de envidia. Cuando yo era chiquita cerca de mi casa no había ni una charca, nadie sabía nadar, así que yo me quedé igual, con miedo del mar y de sus secretos. Después que me trajeron para la ciudad, al mar vengo a pasear y cuando vamos a la playa me quedo en la arena, debajo de cualquier árbol cuidando a los nietos y a los hijos de los vecinos.

De este lado están los bañistas, del otro, caminando rumbo a la Habana Vieja están los pescadores. Se van alineando junto al muro, con sus varas y sus hilos. Algunos se suben al muro, otros se recuestan contra él. Algunos conversan sin fijarse mucho en el posible movimiento del hilo o la presión sobre la vara, los otros no apartan la mirada del agua, pueden estar diciendo algunas palabras en voz baja, aunque no sabría decir, desde aquí apenas les distingo los labios.

Nos despedimos. Me voy sin sombrero. Lo guardo en la jaba. Te prometí regalarte uno. Así  podrás reírte de ti misma, pero con la cabeza resguardada. Me dices que tenga cuidado al cruzar la calle, por este lado los carros pasan veloces, sin atender mucho al semáforo.

Lo que trajo la lluvia

Otra manera de navegar

Otra manera de navegar

Ayer llovió muchísimo en La Habana, tanto que la inauguración del  Carnaval, prevista para un segundo después del cañonazo de las nueve,  tuvo que ser pospuesta. Los habaneros tuvieron que suspender el jolgorio y correr a guarecerse debajo de los portales cercanos al Malecón.

La lluvia es así, a veces inoportuna.

Pero también trae sus regalos. Es su manera de desagraviar. Ayer después de mucho tiempo volví a ver barcos de papel navegando por las cunetas de las aceras.  Barcos blancos, construidos sin buscar la perfección, hechos también de papel periódico, en fila india, atropellándose para  alcanzar el primer lugar, impulsados por la corriente de agua y por los gritos alborozados de los niños. Hacía tiempo que no veía niños divertirse así, de una manera tan natural, casi inconscientemente. Pero allí estaban ellos, en medio del ajetreo de la ciudad, casi cuando caía la tarde, cuando ya nadie prestaba mucha atención a la posible magia que podría salir de cualquier rincón. Y su alegría fue la mía.

11 Bienal de la Habana: Una manera diferente de vivir el arte

11 Bienal de la Habana, 2012

11 Bienal de la Habana, 2012

A partir del 11 de mayo La Habana abrirá sus espacios museables y urbanos para acoger una muestra significativa del arte contemporáneo mundial como parte de la oncena versión dela Bienal que por más de dos décadas se celebra en esta ciudad.

 La Bienal, fiel a uno de los propósitos de su fundación en los años 80 del siglo XX, vuelve a dar cita a más de un centenar de creadores de las más disímiles regiones del mundo, muchos de ellos fuera de los circuitos “establecidos” del mercado internacional pero quienes desde su alteridad producen un arte renovador, lúcido, antihegemónico, y reconfiguran la geografía del arte en el planeta.   

 Al mismo tiempo, la mayor  intención de las instituciones culturales y gubernamentales que auspician este evento es poner en contacto directo al público cubano con lo mejor del arte de vanguardia en los más disímiles espacios de la ciudad, como una manera distinta de propiciar una interacción que resulte enriquecedora tanto para los artistas como para los receptores de sus obras.  

Con el tema Prácticas artísticas e imaginarios sociales esta oncena edición pretende hacer de la Habana el lugar de consumación de la heterogeneidad cultural, a partir de las distintas gramáticas de producción, recepción o decodificación que los sujetos logren establecer, como artistas, públicos, interventores, paseantes o todo ello; cuyas lecturas y propuestas siempre serán significativas, en tanto hablarán de su propia identificación y reconocimiento.

 La Habana o una gran galería

 La maestra de performace Marina Abramovic, el siempre polémico Hermann Nitsch, el mexicano Gabriel Orozco, los rusos Ilya y Emilia Kabakov, son algunas de las personalidades que pondrán a disposición del público cubano y extranjero sus trabajo, así como los artistas del patio Manuel Mendive, Roberto Fabelo, René Francisco, María Magdalena Campos, Los Carpinteros, Alexis Leyva (Kcho), Cirenaica Morera, entre otros.

 La nómina de artistas extranjeros  participantes  ronda los 150, mientras que 400 serán los creadores cubanos presentes en esta oncena Bienal de la Habana.

También estarán presentes proyectos de Venezuela, Guatemala, Argentina que ponen sus miradas en las culturas populares, las temáticas de género o  medioambientales y que intervendrán espacios públicos con la complicidad de los habitantes de la ciudad. 

La Habana prestará su paisaje para convertirlo en galerías, muchas de ellas al aire libre, pues aunque el Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el complejo Morro-Cabaña, el Pabellón Cuba, el Instituto Superior de Arte, abrirán sus puertas con diversas muestras, también serán espacios expositivos o de intervención artística el Malecón de la Habana, el Paseo del Prado y algunas arterias  y barrios de la capital.

Una de las peculiaridades de esta ocasión es que confluirán en La Habana artistas de renombre mundial, quienes regresan a la ciudad que los acogió cuando iniciaban sus carreras artísticas; juntos a figuras mucho más jóvenes pero cuya propuesta es lo suficientemente atractiva como para estar presentes en esta gran fiesta del arte contemporáneo que la isla organiza cada dos años.