Intensidades poéticas

Poemario publicado por la Editorial Sed de Belleza, Villa Clara, Cuba, 2014.

Poemario publicado por la Editorial Sed de Belleza, Villa Clara, Cuba, 2014.

Reseña escrita por Laidi Fernández de Juan:

Sheyla Valladares Quevedo (1982), periodista y egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, promete como una de las voces más auténticas que emergen (y permanecerán) en nuestro panorama literario. Ganadora del Premio Pinos Nuevos con el poemario Lo que se me olvida (lanzado en la Feria Internacional del Libro de La Habana, 2015), adelanta su estreno como miembro del corpus poético de la Isla con La intensidad de las cosas cotidianas (Sed de belleza, 2014), presentado en el salón de mayo del Pabellón Cuba.

Aunque ya conocíamos algunos de sus poemas, publicados en el suplemento El Tintero, este libro, cuidado con el esmero de la editorial santaclareña, sobresale, como su título anuncia, por la intensidad, en términos del estremecimiento que provoca, la valentía de su argumento, y la mirada fresca, desprejuiciada y veraz, con particular énfasis hacia la mujer.

Fragmentado en dos grandes secciones: “La intensidad de las cosas cotidianas” y “La extensión de la desgarradura”, el poemario fluye, sin embargo, como una larga confesión, un reclamo ininterrumpido y una denuncia velada, como si fuera un ángel quien susurra, esta vez bien definido en cuanto a su condición sexual. Ya se sabe que la poesía, a diferencia de la narrativa y de la ensayística, es el género literario que más juventud exige, el reino autónomo por excelencia, y que tiene un fuerte arraigo en nuestro país. De ahí que complazca tanto la existencia del ramillete de versos de Sheyla sin pretensiones de vanguardismo, de impactos, o de recursos efectistas.

Se trata de una hechura poética nacida de la autenticidad, que no oculta (ni sobrevalora) su condición de mujer utilizada, vejada, víctima de manipulaciones tradicionales («…quieres lanzarte a peregrinar por los caminos, simulando sed para pedir agua en cada fuente a la samaritana de turno», nos dice enLa última cena”, y «El hombre viejo aguzó la mirada y trató de vislumbrar mi sexo bajo la falda» en “El viejo, mi sonido y yo”, y enRituales” sube la parada con «Venimos a abrirnos de piernas, a abrirnos de alma, venimos a danzar, a mover las caderas, a volvernos líquidas, a provocar espasmos» ), y al mismo tiempo, también con sutileza, sin posicionarse en una tribuna abiertamente batalladora, deja plasmada la postura de la mujer en cuanto al sitio que ha ido alcanzando, pese al régimen falocéntrico que nos domina (todavía).

El poema “Revelaciones de las hijas de Eva”, quizá el que mejor explicita la liberación de ataduras tabúes, bien merecería ser incluido en una antología de textos feministas: «Las mujeres [….] ya no le tememos a los castigos, a los insultos, a que amemos a otra mujer u otro hombre, a ser felices, aunque nos hayan dicho toda la vida que la felicidad no existe».

Son varios los tópicos que aborda el libro, inteligentemente ordenado para no concentrarse en el asunto de la mujer como órbita esencial, y entre sus páginas también está la ruptura de la familia; la muerte, presencia dolorosa e inevitable; el amor real y el fingido; pasajes del campo como telón de fondo, y una tristeza casi visceral, orgánicamente estructurada.

La intensidad de las cosas cotidianas, desgarrador poemario, anuncia la fuerte voz de una joven, cuyos futuros cuadernos, para decirlo con palabra de bardo, a partir de ahora, estoy segura, veremos arder.

Publicado originalmente en la revista cubana La Jiribilla 

Datos de la autora de la reseña:

Laidi Fernández de Juan (La Habana 1961, Cuba) Médico y narradora cubana. Miembro de la UNEAC. Entre sus publicaciones se encuentran: Dolly y otros cuentos africanos (1994); Clemencia bajo el sol (Gran Premio Cecilia Valdés, 1996), Oh vida (Premio UNEAC, cuento, 1998), La Hija de Darío (Premio Alejo Carpentier 2005), Nadie es profeta, Ediciones Unión (2006), La vida tomada de María E, Ediciones UNIÓN, (2008), Jugada en G, Ediciones Unión, (2014). En 2004 recibió la Distinción por la Cultura Nacional.

Descubre dónde empieza el mundo

yunier

Yunier Riquenes, autor también de los libros «Claustrofobias», «La edad de las ataduras», «Quién cuidará los perros», «La espalda marcada», entre otros.

Cuando buscamos apresurar el cumplimiento de los deseos cualquier vehículo o sustancia catalizadora es útil, sobre todo a la edad en que el mundo delante de nuestros ojos es infinito y promete toda suerte de eventos extraordinarios. Es lo que sucede en el libro Los cuernos de la luna del escritor Yunier Riquenes, donde dos niños le piden a la luna hacerles realidad los más secretos anhelos, con el afán que desde su altura pueda poner alivio a sus pesares o hacer del día un recuerdo feliz.

Y en esta sola creencia de los dos adolescentes, Cotu y Tingo, descansa una de las singularidades del texto, o lo que es lo mismo, el tratamiento coherente de vivencias desoladoras como la pérdida o el abandono de los padres, junto a la narración de acontecimientos venturosos como un baño en el río o el descubrimiento del cuerpo desnudo de una mujer.

Pero Los cuernos de la luna propone también otros recorridos. Las vivencias de los protagonistas funcionan como señalizaciones para adentrarnos en el entorno rural muchas veces alejado de los libros escritos para los públicos infantiles o juveniles. En este caso aparece un pedazo de campo cubano personalizado desde el lenguaje, la flora y la fauna, las labores campesinas, las creencias y costumbres que abundan entre quienes viven en estas zonas, aunque no sean privativas de estas poblaciones.

También Riquenes se apropia de este escenario desde los juegos, los comportamientos sociales —tanto de la adolescencia como de los adultos— la rudeza de los afectos de la gente vieja del campo que, muchas veces desdeña una caricia pero quieren con intensidad desde la mirada y regalan un gesto único de cariño que resulta decisivo como ocurre con el abuelo Nure.

La familia es aquí otro punto esencial. Su presentación no es placentera, los lazos filiales no garantizan que se ceda fácilmente ante el amor, siquiera que se ame, y eso es algo con lo que Tingo y Cotu deben aprender a vivir y anteponer la ternura que va naciendo entre ellos.

A pesar de lo que pudiera pensarse en este volumen también aparecen guiños de complicidad a una edad en que empezamos a retar a la vida, a poner en evidencia nuestra medida de valentía o solemos ser crueles con satisfacción.

Los cuernos de la luna es un libro reeditado, algo que no ocurre en nuestro país con frecuencia. Su autor Yunier Riquenes, lo dio a conocer en el año 2006 cuando fue publicado por la Editorial Bayamo en su colección Guardarraya. Seis años después la editorial Gente Nueva lo incluyó en su colección Veintiuno para fortuna de quienes no alcanzamos a leerlo en la primera oportunidad.

De cualquier manera quiero creer que Yunier Riquenes, tal como se lo propuso el escritor Maurice Sendak, al escribir esta noveleta juvenil intentó hacernos comprender, sobre todo a sus lectores adolescentes,  que en el mundo existen cosas malas, también “gente a su alrededor que los ama y los va a proteger, pero que no pueden detener las cosas malas”.

Aunque cueste llegar a este convencimiento, el camino está delante nuestro para seguir ensayando la proeza de caminar. Se permiten los aliados, la luna de Yunier Riquenes puede ser uno de ellos.

Publicado originalmente en la revista cubana La Jiribilla

¿Silencios?

 

Obras de la artista Ilse Antón reunidas en la muestra «Un segundo antes de despertar»

Pensamientos:

  1. ¿Las casas sin ventanas cómo respiran, cuál es su conversación con el mundo?
  2. ¿Las personas-personajes  de lo que escribimos descubren en nuestros ojos las ganas que tenemos de reiventarles la vida?
  3. El mar sigue enviándome mensajes que no logro traducir, solo despierto sobrecogida por la intensidad de su caricia.
  4. Un año después, diciembre, finales de ciclos, y el laberinto continúa infranqueable.