Aquí se construye una ciudad generosa

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Una ciudad generosa siempre está abierta. Una ciudad generosa tiene la capacidad de expandir sus lindes y cobijar en ella a todos los recién llegados de ayer, de ahora y de mañana. Una ciudad generosa da la bienvenida en las más múltiples lenguas y late acompasadamente al ritmo de las criaturas que la habitan.  Una ciudad generosa  presta su espacio para la concreción de los sueños, el mayor anhelo de los hombres. No se levanta sola sobre sí misma. Emplea manos de todo tipo para alzarse sobre la tierra, para ser visible y existir.

 Y dentro de la ciudad habitan otras, reconocibles u ocultas, efímeras y perdurables. Todas legítimas. De este misterio se nutre el proyecto “Ciudad generosa” que lidera el  artista René Francisco Rodríguez junto a la 4ta Pragmática Pedagógica, un grupo de estudiantes de tercer año del Instituto Superior de Arte (ISA).  

René Francisco, Premio Nacional de Artes Plásticas 2010, y sus estudiantes son invitados de la Oncena Bienal de la Habana. Para participar en el evento escogieron levantar entre todos una ciudad dentro de los límites de un parque en la esquina de 3ra y D, en el barrio del Vedado. Diversas son las casas edificadas en ella, desde una campana de fibrocemento, una casa en un árbol, una casa molino de viento; según las necesidades expresivas de sus ejecutores, pero sobre todo pensadas para los visitantes, para que en ellas encuentren cobijo.   

Más allá del resultado final, la construcción de la obra responde a la concepción con la que el profesor René Francisco acomete estos proyectos, a partir de una labor de integración entre sus participantes. La creación colectiva, la imbricación de las más disímiles subjetividades y necesidades artísticas muchas veces importa más que la autoría de las piezas. Es más gratificante el trabajo cohesionador y el debate colectivo, que en este caso ha hecho posible el surgimiento de una ciudad sui géneris dentro de la Habana.

La generación que escala el muro (en el estudio de Alfredo Otero)

 

Alfredo Otero

Alfredo Otero

Tomado del blog de Wendy Guerra, Habáname

Una conga que baila en reversa con ‘Los Carpinteros’, un preciso proyecto de transparencias ultravioletas proyectada por Carlos Garaicoa,  manos cargando  ‘Un poco de nada’ de Alexander Arrechea, ‘Los Saris’ de Leandro Soto, ‘El circo Triste’ que interpreta la dramaturgia de Wilfredo Prieto, otro muelle desecho y reconstruido por Kcho, una ‘Jaba de arena’ como huella de Liset Castillo, excepcional proyecto de caballete y arte digital de René Francisco y el gran sofá aéreo de Esterio Segura, son  parte del amplio recorrido que se puede hacer desde ya en la Bienal de La Habana 2012.

La Cabaña, El Centro Wifredo Lam, Pabexpo,  La Lavandería, una Zapatería y las propias calles de La Habana se abren para dejar pasar obras cubanas fabricadas por estos meses en la isla y otras hechas lejos de aquí  llegando a tiempo y con exceso de equipaje.

Lo interesante de esta 11ª edición es la cantidad de artistas que retornan y la importancia que se les concede, tanto a las sedes oficiales como a los espacios privados. La connotada y respetada presencia de los invitados a sitios alternativos y la apertura de estudios durante el evento;  atractiva idea que agradecemos para movernos en la ciudad como quien navega en una inmensa galería. Y aquí estamos los habaneros mezclados con los visitantes que esperamos dos largos años para ver  (desde adentro) como se reúne el arte cubano hecho desde cualquier punto del mundo.

Alfredo Otero es otro de los jóvenes artistas que expone para uno de estos espacios públicos, pero si entras a su estudio verás el desarrollo de su trabajo, que alcanza- a grandes brazadas- y con rigor, el eje medular de una generación difícil de abordar en cuanto a técnica, mercado y sagaces tópicos, pero que en mi opinión, y sin comparaciones, tienen un centro que les comunica: El pormenorizado aprendizaje para escalar hacia el otro lado del muro. Abren espacios antes lacrados y saltan de allá para acá y de acá para allá considerando esta ruta como parte del gesto. Muros de agua, muros de ladrillos, muros de ideas. MUROS  para escaladores ilustrados.

Otero, egresado de la histórica Academia San Alejandro, transitó sus años adolescencia siendo un conocido y respetado modelo que aprendió y entrenó su ojo durante las noches de pasarela y los días de largas y exigentes sesiones expuestas a la impresionante luz de Cuba. Tal vez es ese mismo manejo de la luz lo que hace que la amplitud de sus telas «nos dejen ser», sin ego, en nuestros propios estados, un testigo esencial de la asfixia o la libertad que otorga el telón de fondo de este particular show que es hoy la vida sincrónica de su imaginario.

Como si nos encontráramos en un retablo, Alfredo mancha y construye todo lo que pueda asfixiarnos, con una técnica exquisita se atreve a «pintar» y es esto lo que más agradezco de una buena mano, una mano suelta que dibuja sin temor el sitio donde nosotros nos detenemos para ser juzgados por la morfología que propone. Agradezco a Carlos Quintana y Alfredo Otero el paso de tirarse contra la tela, remangarse las manos y actuar, manchando, cada cual en su canon.

Desde su estudio  situado en la zona de Siboney le entrevisto para Habáname, tras saber la grata noticia de que en este momento se subasta una de sus obras en la conocida casa Christie´s. Sigue leyendo

Pintar la tolerancia para que navegue lejos.

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Saint-Exupéry supo que lo esencial es invisible para los ojos. Su Principito lo nombró para nosotros y así pudimos cargar con este axioma por la vida a manera de armadura o aviso ante inevitables despistes. Como parte de la fiesta del alma que es la Oncena Bienal de la Habana, los artistas Emilia e Ilya Kabakov, trajeron a la Habana un barco sin velas, porque éstas habrían de construirse-pintarse aquí por niños rusos, estadounidenses y cubanos.

Pero la tarea no era sencilla, ¿cómo se pinta la tolerancia? ¿Cómo asirla, seducirla para que se dejara atrapar en un pedazo de tela? Más allá de un nombre o de un apelativo por el que nos gustaría ser señalados, ser tolerantes, es un modo de vivir la vida, de homenajearla por encima de nuestras diferencias y de la mano de los principios que nos hacen comunes a todos los seres humanos.   

 Y los niños lo lograron. Hicieron real el amor. Desde ayer viernes navega otra vez en la Habana, el Barco de la Tolerancia, con nuevas fuerzas, con distintas y similares significaciones. Porque  en Venecia, Suiza, Inglaterra, Egipto o Estados Unidos, lugares donde la nave de los artistas rusos también ha recalado, el respeto por el otro encuentra un lenguaje común.

Blanca Haddad y su manera de exorcizar la violencia

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En su obra ocupan lugares predominantes las imágenes y los poemas, los cuales fusionados se convierten en textos que hablan de la cotidianidad, lo social, la religión, los elementos sagrados, la relevancia de lo urbano-marginal dentro de la vida contemporánea, todo ello como parte del proceso de apropiación y reconversión desarrollada por el sujeto en su relación con la realidad circundante.

Esta creadora que destaca dentro del universo creativo venezolano por la fuerza y expresividad en el dominio de la pintura y la palabra trae trae a la Oncena Bienal de la Habana la propuesta Tropipunk, talismanes marginales, o como también se le conoce, Nada es eterno; una pintura mural de grandes dimensiones que realizará a la vista de los espectadores en la Casa del Alba el 12 de mayo a partir de las tres de la tarde, acompañada por la música de Leo Cayuela. Al mismo tiempo la artista se apropiará de otros recursos artísticos como el performance para hacer su particular invitación a repensar lo cotidiano, sobre todo la  “legitimación” de conductas excluyentes y discriminatorias.

Sobre su trabajo la especialista María Luz Cárdenas ha dicho: “es denso, intenso, intimidante. En esta artista interesa especialmente su forma de recoger el universo de imágenes que brotan del ejercicio y los abusos del poder dentro de la tensión femenino-masculino”.

Blanca Haddad ha conversado con Criatura de Isla en exclusiva sobre su participación en la XI Bienal de la Habana.

¿Qué características tiene el trabajo que compartirá con los cubanos en esta Oncena Bienal de la Habana?

Mi trabajo es entre el performance y la pintura, es como una transición, yo lo llamo acción pictórica. Es un trabajo muy punk, muy underground, muy marginal y  tiene que ver con las dinámicas de la violencia, particularmente, con el machismo y la representación de la masculinidad.  Voy a encarnar diferentes roles, como el rol de un prisionero, de un soldado, de un líder político, y a través de ese personaje, que yo me he inventado, voy a analizar la imagen que de ellos nos hacemos.

La Bienal como laboratorio de ideas, conceptos, visiones del arte y de la vida.

Creo que la discusión en la Bienal es importantísima, se puede hablar, se puede discutir de una manera que no es narrativa porque la violencia es mucho más caótica, las dinámicas son mucho más complejas. En mi caso es desde una manera más visual. Se puede reflexionar sobre el por qué ocurren estos mecanismos violentos, por qué el poder se torna tan salvaje, tan egocéntrico. Entonces me parece que la Bienal da espacio para esas reflexiones, que son bastantes arriesgadas y ojalá, de verdad arranquen y vuelen alto.

Su exploración desde lo femenino del posible juego entre masculinidad y poder viene a enmarcarse en la celebración este año del centenario del movimiento feminista cubano.  

Más feminista que mi trabajo creo que va a haber poco en la Bienal. Además es un feminismo activo en el sentido que también me cuestiono a mí misma. Busco cómo la mujer ve al hombre, cómo lo entendemos y también la responsabilidad que le damos para que luche por nosotras, para que asuma y después nos quejamos. Por eso es que yo misma me disfrazo de hombre y juego a serlo para ver lo que pasa, para tratar de entenderlo. Es muy lúdico, muy juguetón, el trabajo mío.

 

 

Steven Cohen: un judío errante en la Habana

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Steven Cohen nos sorprendió a todos ayer en el Museo de Bellas Artes de la Habana, mientras esperábamos el comienzo de la conferencia de prensa sobre la Oncena Bienal que dará inicio este viernes 11 de mayo. Llegó sin anunciarse, ataviado con los elemntos de la cultura dragqueen que caracteriza su trabajo, y nos regaló entre sonrisas y en silencio lo que sería un adelanto del performace que trae a Cuba: «Un judío errante»

Este artista nació en Sudáfrica en 1962 y lleva más de dos décadas desarrollando una labor artística desde la pintura, la escultura, así como trabajos plásticos. Es hacedor de interesantes y polémicos performances  que presenta lo mismo en el universo galerístico que en otros tan poco convencionales como paradas de taxi, centros comerciales o concursos caninos, en los que Cohen aparece sin previo aviso, tal como hizo en la mañana del martes para sorpresa de la prensa cubana y extrnajera que cubrirá las actividades de la Bienal. 

Es un creador comprometido y polémico, que no  suele dejar indiferente a los que se tropiezan con su arte, por su sinceridad en la escena, a partir de la asunción de una estética radical y activista.

Steven Cohen estará desandando la Habana por estos días, con sus tacones, sus largas pestañas, sus labios pintados a lo Betty Boop, haciéndonos repensar todo el universo alegórico del que se apropia.

El próximo viernes lo podremos encontrar en la Galería Orígenes, como parte de la Bienal en su circuito de la Habana Vieja. Les convido a no perdérselo.

Para mayor información:

Cuenta de la Bienal en Twitter: @11bienalhabana

Canal de la Bienal en You Tube: http://www.youtube.com/user/11bienalhabana

Perfil de la Bienal en Facebook: http://www.facebook.com/OncenaBienaldeLaHabana