«No dudes tú de mí
e intenta no olvidarme cuando la noche caiga
(aunque en cosas tan móviles solo un dios tenga
certeza)
la impermanencia es difícil prueba.”
Regreso a Knole House
Supe un día ya lejano y sin marcas en ningún calendario que en Santa Clara tejía con versos su existencia una poeta de nombre Isaily Pérez. Con una pequeña muestra de su obra, encontrada en Queredlas cual las hacéis, antología de jóvenes poetisas cubanas del siglo XXI, anduve buscando el modo de conversar con su hacedora hasta que vino la oportunidad.
A veces en una entrevista no importan mucho las interrogantes sino la disposición del interlocutor a ofrecerse sin ambages, a creer oportuna la mirada que lo inquiere y útil o interesante la suya propia sobre los diarios acontecimientos. Hay espacios en el tiempo en que se echan fuera determinadas confesiones, apenas si se menciona una palabra a modo de contraseña.
Las preguntas se armaron desobedeciendo reglas, no buscaban lo absoluto o redundante, solo abrir una hendija y dejar pasar, como si de un soplo se tratara, a Isaily.
Por eso no hablamos de su trabajo como editora en la villaclareña Sed de Belleza, ni de su libro Una tela sobre el bosque, premiado en el Calendario de 2006, tampoco de La vida en otra parte, volumen publicado por Ediciones Aldabón en el 2009. Nada de premios, antologías, apariciones públicas, menos de las maneras de concebir la poesía, pues hay procesos que no se develan ni explican, solo se ponen delante de los ojos, y apenas alcanza uno a comprender el estremecimiento que los ha provocado.
¿Qué título de otro autor te hubiera gustado para un libro tuyo?
“El cielo protector”, en inglés, tan bellamente sonoro, “The shelterin sky”. Es un libro de Paul Bowles y luego una película de Bertoluci. Lo hice mío al usarlo como título de un poema.
Sabemos que las palabras tienen su propia sonoridad, su propio ritmo, pero hay quienes al convocarlas intentan seducirlas o hacerlas acompañar con alguna armonía. En tu caso, ¿qué música escuchas cuando escribes?
Nada, solo silencio.
La urdimbre de la escritura se espesa o alarga de acuerdo con cada escritor. No podríamos dictaminar una fórmula, pues no existe. Solo queda como sabes, escribirlo todo, todo el tiempo. En este sentido, ¿dónde escribes, a qué hora, cuánto tiempo?
Nunca a diario. Generalmente en la noche, por la tranquilidad. Escribo todo el tiempo que el poema necesite. A veces he levantado la vista y han pasado cuatro o cinco horas que parecieron cinco minutos.
¿Cuáles visiones y fatigas están siendo escritas en estos momentos?
Termino, sin saber cuándo se termina, un libro que contiene poemas a las cosas sencillas, a las que acompañan desde siempre: las tazas, los muebles, las lucetas.
Hay quien desdeña leer cualquier tipo de libro mientras vive en pleno acto creativo por el deseo –a veces ingenuo- de preservar la escritura de posibles influencias, ¿en estos momentos lees algo?
Lamentablemente nada glamoroso: la Norma Editorial, que se me ha olvidado un poco. Hace unos días terminé La carretera de Cormac McCarthy, el libro mejor y más terrible que he leído en años, y ojalá no lo hubiera hecho.
¿Qué verso nunca has olvidado?
Y sin embargo sé que son tinieblas// las luces del hogar a que me aferro, // me agarro a una mampara, a un hondo hierro// y sin embargo sé que son tinieblas. Fina García Marruz.
¿Cómo te salva la poesía de los escollos diarios?
No salva de nada, solo acompaña.
Hay lugares tan inusuales para leer como lectores existen, aunque en muchos casos la cama, como mejor sitio de lectura, gana por mayor número de adeptos, ¿qué libro consideras ideal para leer en el baño?
Algunos prefieren leer en el baño, yo leo en la cama casi siempre.
Supongo que como filóloga y escritora tienes una relación significativa con las palabras, pero si tuvieras que elegir ¿cuál sería tu palabra favorita?
No soy muy buena con el cuestionario de Bernard Pivot, me viene a la mente “resurrección”.
Y en caso contrario, ¿cuál es la palabra cuya connotación provoca que la quieras desaparecer del mundo?
Angustia, odio como suena y lo que significa.
Entre tantas historias leídas con denuedo o displicencia, ¿qué libro recomiendas leer y por qué?
La Biblia: tan humana, maravillosamente sobrenatural, y termina bien. ¿Qué más se puede pedir?
Con el séptimo arte, textos otros que “leemos” y nos “leen”, también establecemos relaciones de singular dependencia. Si tuvieras ahora mismo que organizar la programación de un cine, ¿cuáles serían las películas elegidas?
Comedias. Estaba viendo anoche Lo mejor del show de Benny Hill. El que tenga más de 38 años sabrá de qué hablo.
En estos tiempos en que vivimos tan saturados sonoramente, ¿qué música recomiendas escuchar?
La que a cada cual le guste. Yo escucho de todo, omnívoramente.
¿Qué hace a un día un buen día?
Eso nadie lo sabe. Uno se levanta bien o mal y ya está. No depende de uno, pero un buen café en un lugar tranquilo puede arreglar muchas cosas.
Si pudieras compartir un buen recuerdo.
Me recuerdo de niña, en la playa, recogiendo algo en una orilla llena de piedrecitas, y de pequeños animalillos que se movían, les llamaban “agujones”. El sol calentaba tibiamente, la mañana solo estaba empezando, y todo estaba lleno de promesas.
Publicado originalmente en la revista La calle del Medio, # 63