¿Es raro ser Mildre?

mildre

 

Por: Enrique Pérez Díaz   

Tomado de Cubahora

¿Es raro ser Mildre? Esta sería la primera pregunta que le haría a alguien tan conocido como esta siempre joven autora que a veces escapa de sus libros y de su casa en plena naturaleza para irse a la ciudad y chocar con el mundo y sus, para ella, perturbadoras estridencias, pero antes, vale volver la vida al pasado…

Cuando la conocí, hace ya unos veinte años, era un tímida y frágil muchachita que se me acercó vacilante en un encuentro de crítica e investigación de Literatura Infanto Juvenil (LIJ) en Sancti Spíritus. Debutaba muy insegura y cautelosa en el mundo de las letras y me pareció alguien adorable en su mesura y sencillez.

Desde entonces iniciamos una amistad que dura hasta hoy gracias a los libros. Hace muy poco, cuando tuve el privilegio y la alegría de entregarle el Diploma del Premio La Edad de Oro por su poemario La novia de Quasimodo, a mí volvió, recurrente, aquella imagen a través de los hilos misteriosos de la memoria y me sentí feliz al ver que aquella niña (apariencia que mágicamente todavía conserva), pese a ser hoy quien llamamos entre amigos “La Diva de la LIJ” es toda una mujer, que mantiene viva la misma esencia: ser exigente consigo misma, abierta a nuevas formas expresivas, creativa, apasionada, ávida de encontrarse y llena de caminos para llegar hasta el misterioso predio de su propio corazón, lugar recóndito poblado de hechizos y cartas de amor nunca escritas o devotas e inconfesas declaraciones, fuente de su ya laureada y conocida obra literaria, ánima de su paso por esta vida que le ha dado muchas alegría y algunos sinsabores.

– ¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

Toda la literatura es para personas. Pero sí existe una para niños y una para adultos. Son códigos diferentes. No se le puede leer a un niño de cinco años, antes de dormir, capítulos de Ulises de Joyce o La montaña mágica de Thomas Mann… Ahora bien, un adulto sí puede deleitarse con filme de dibujos animados o con un cuento de Andersen. Y es que la buena literatura hecha para niños, sin ñoñerías ni falsas moralejas, es bien acogida por los adultos. Es ahí donde, en mi opinión, radica la grandeza de esta.

– ¿Qué piensas de la infancia?

Tendría que volver a la mía para valorar muchas cosas de mi adultez con las que he tenido que convivir. Para muchos es la mejor etapa del ser, para mí la más triste, pues el niño está sometido a los caprichos, miedos, represiones y manipulaciones del adulto. Se menciona constantemente la ingenuidad en la infancia como el rasgo más bello, pero, en mi opinión, no es tan así. El niño no es muy ingenuo, lo que es muy indefenso y eso lo hace parecer ingenuo.

– En tu concepto ¿los niños leen hoy día más o menos que antes?

Estadísticamente no sabría decirte, teniendo en cuenta la cantidad de niños, bibliotecas, libros, días de la lectura, escritores, promotores, video juegos, computadoras… o sea, todo lo que favorezca o entorpezca el proceso. Solo sé que niños apasionados por la lectura van a existir siempre. Y niños que la rechacen también. Eso va a depender, sobre todo y en todos esos tiempos, de los padres, los buenos maestros y la predisposición del niño.

– ¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?

Siempre he opinado que a los niños se les puede hablar de todo porque no son seres subnormales; ahora bien, hay que saber cómo se les hace llegar (en qué tono) el mensaje que queremos dejarle, que para mí debe ser agradable, lúdico, tierno y sobre todo sincero.

– Se suele decir que en cada libro que se escribe va un gran porcentaje de la personalidad de su autor. ¿Eres tú parecida a alguno de los personajes de tu obra?

Creo que sí, que la obra de cada autor(a) es la prolongación de su personalidad. Y en cuanto a mis personajes, sí, creo que me parezco a algunos y a otros me quiero parecer. O simplemente son personas que he conocido en el transcurso de mi vida y los he idealizado, transformado y rescatado en mi obra. Los autores nos refugiamos detrás de las palabras.

– ¿Cómo concibes idealmente a un autor para niños?

Sin niños en su casa (ja, ja) ¿Para mí?: sincero con su obra, consecuente con su tiempo, que ponga su pasión por encima de su oficio (o al menos a la par).

– ¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Clásicos: Andersen. Creo parecerme mucho, sobre todo en los inicios, o cuando toco los temas del desamor o de los objetos que cobran vida. Contemporáneos: no lo sé, no se es completamente único. Todos bebemos de todos. Hasta las cervezas…

– ¿Cuáles fueron tus lecturas de niña?

Ninguna. No leía. Solo los libros de clases y porque mi madre y la maestra me obligaban. La primera con un cinto, la segunda con una regla. Prefería mataperrear con los niños del barrio. También vivía en un campo con once casas, veintidós campesinos y cuatro vacas. Un libro era un objeto raro. Tenía uno solo con cinco páginas y… ¡ruso!

– ¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura infantil de tu país?

Desde el inicio fue a través de los premios. Mi primer poemario fue premiado con el Eliseo Diego y luego, mi primer libro de cuentos con el Pinos nuevos y así… consecutivamente.

– ¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?

La moralidad ha sido una palabra (concepto) que ha traído muchos problemas y malentendidos en toda época, y es, además, muy relativa. Pero pensando en la literatura infantil, creo en la sinceridad de la historia, en el respeto al lector y a su mundo a la hora de abordar un tema (no herirlo, subestimarlo, pero tampoco sobrestimarlo). Y el esfuerzo (o el intento) por hacer de cada libro infantil un incentivo o guía para transformar positivamente el mundo del niño.

– ¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

Novios. Cuando esos novios pierden la comunicación, se pierde la magia. El editor es el corrector de la pasión. ¡Y nada anda bien sin un poco de tino… tampoco con mucho!

– Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

Salvaría 18 libros… los míos… un autor(a) debe salvar su vida. Sigue leyendo