Soy tan extraña como tú

 

«Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, sí, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú.»

Frida Kahlo

Este año Frida estaría celebrando sus 107 cumpleaños.  No sé si el cuerpo de Frida y el alma de Frida –dos cosas diferentes- habrían aguantado tanto tiempo en el mundo, tantos julios, tantos hierros de toda índole maniatándola. No imagino cómo Frida celebraría sus años de vida, de burla,  de obstinación y desentendimiento de lo que  otros consideraban debía ser su manera de vivir.

Aquí estoy recordándola, viendo fotos suyas diseminadas en internet. Leyendo las frases que dicen su boca dijo o su mano escribió. No llego a ninguna conclusión, solo me siento imantada por su personalidad. El mito Frida no me subyuga, ni sus amores, ni sus creencias, ni los hombres y mujeres cuya piel más secreta conoció. Prefiero ir a buscarla al lugar más alejado de los reflectores.

Gracias a las fotografías de una amiga que estuvo en su casa en el DF mexicano entro en su casa. Husmeo en el museo que han preparado, en los objetos que tocó y que fueron de algún modo importantes para construir su rutina. Es como ir leyendo un mapa, una cartografía con sus propias leyendas y dimensiones, la configuración de una mujer.    Esta es su casa, el espacio de moda, re-visitado,  re-publicitado, re-vendido hasta el cansancio. Quizás se parece a ella, quién puede adivinarlo, quizás aquí encontró la paz o creyó que la alcanzaba cuando llenaba lienzos con su rostro y sus dolores, como queriendo burlar su destino de ser humano estrellado, como le gustaba definirse.

Lo que sigue es la impresión de mi amiga luego de su estancia en esta casa, en el espacio de Frida:

por Yuliat Acosta

Entrar a la casa de Frida Kahlo es sentir que no estamos en el interior de una casa deshabitada, que sus dueños no han muerto, que salieron por una rato y que de pronto van a llegar y nos van a encontrar hurgando entre sus cosas destapando las cazuelas para oler lo que hay puesto en el fogón, tocando aquel tejido de la sobrecama, abriendo aquel pomo de perfume a medio usar, exprimiendo los tubos para derramar un poco de pasta de óleo y con el frotar de los dedos sentir su textura al tacto.  Uno lo mira todo como si quisiera saberlo todo, abrir las gavetas como quien se presiente que va a descubrir algún secreto de la vida ajena, ponerse aquellos vestidos con corsés raros y sentir qué se siente al roce de la carne apretada por las tiras de cueros, y con una sensación de que se nos va apretando el torso  y se va viviendo el dolor de las varillas enterradas en la piel.

De las paredes sale un halo de pasiones turbulentas mezcladas con infidelidades y amor infinito que traspasa las fronteras de lo convencional, de las leyes permitidas por los hombres de hoy.

Entrar en la casa de Frida y Diego significa también transgresión, transgredir los límites de lo íntimo, de ese espacio pactado donde dos, suelen ser dos, tal cuan son, sin parecerse a nada, ni a nadie, con sus propias leyes como si al traspasar la puerta el mundo comenzara de nuevo;  y entonces se redefine el concepto de universo,  sin importar las heridas, ni las deformidades, pura aceptación, no más,  porque los seres humanos no nacen salidos de un molde, y lo establecido lo inventó alguien con ansias de dominación.

 Todo es diverso y la vez coherente, todo encaja con todo y nada se parece a nada, es como si los objetos estuvieran dotados de una organicidad natural. Y uno también siente el llanto mezclado con la paz, con el perdón por el sufrimiento, ese perdón no dicho,  pero gritado a voz de besos y sexo entre dos amantes que no encuentran fronteras más allá de las suyas.

Es también la oda a la muerte a sabiendas de que algún día el fin va a llegar, pero confiando en el encuentro póstumo, en el romance último y postrero que queda inmortalizado en objetos, en lienzos, donde se pinta el desahogo y lo desgarrante, sin tiempo para conflictos, ni insalubridad. Y uno lo mira todo, y se respira azul la paz, y se respira verde, como quien hubiera querido al pintar, juntar en las mismas paredes, el cielo con la tierra. Y surge de pronto, al observarlo todo, un paralelismo o tal vez, aquella empirista convicción, de que ciertamente las casas se parecen a sus dueños.

2 comentarios en “Soy tan extraña como tú

  1. Yuliat, gracias por mandármelo, por compartir tu sensibilidad. Frida era una mujer rota, apasionada por la vida, que luchaba día a día por reconstruirse, por unir sus pedazos, una mujer admirable. Tú fuiste sensible al rastro que dejó. Gracias de nuevo por compartir. Abrazos.

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