¿Silencios?

 

Obras de la artista Ilse Antón reunidas en la muestra «Un segundo antes de despertar»

Pensamientos:

  1. ¿Las casas sin ventanas cómo respiran, cuál es su conversación con el mundo?
  2. ¿Las personas-personajes  de lo que escribimos descubren en nuestros ojos las ganas que tenemos de reiventarles la vida?
  3. El mar sigue enviándome mensajes que no logro traducir, solo despierto sobrecogida por la intensidad de su caricia.
  4. Un año después, diciembre, finales de ciclos, y el laberinto continúa infranqueable.

Los libros me han ayudado a vivir

Entre las novedades que trae la Editorial Gente Nueva para la FIL 2015, figura el volumen de poesía para niños Lo que se me olvida, de la joven Sheyla Valladares (1), hasta el momento una desconocida en estas lides. Un jurado que integraron Magali Sánchez, Teresa Cárdenas y Reinaldo Álvarez tuvo el acierto de conceder el Premio Pinos Nuevos a esta obra que desde el primer momento llama la atención, pues su autora trata a los niños de iguales y no pretende volverse hacia aquel mundo de pueriles imágenes tradicionales harto manidas; por el contrario consigue de modo original regalar el universo infantil con un bagaje de imágenes y sentimientos, que hacen de este un libro diferente. Nuestra Sección da hoy la bienvenida a Sheyla para conocer cuáles son los sentimientos que la motivan a ingresar, ya desde su segunda obra publicada, en el “ejército” de los que escriben para niños…

¿Lo que se me olvida es tu primer acercamiento a la literatura para niños? ¿A la literatura?

Lo que se me olvida no es mi primer acercamiento a la literatura en el sentido amplio del término. Creo que desde antes de tener uso de razón ya tenía relación con los libros, la lectura, las historias, pues mis padres desde bien temprano se preocuparon por propiciarme esta aproximación. Todavía conservo los libros que me compraron mucho antes de que yo aprendiera a leer. A ellos debo en primer lugar mi dependencia total del mundo de las palabras. De ahí que a medida que creciera, se incrementara a un mismo tiempo mis ansias de lectura y mi afán fabulador. En alguna gaveta de mi casa matancera están guardadas las libretas donde esbocé mis primeras historias y poemas. No logro recordar ninguna etapa de mi vida en que no me encontrara leyendo o escribiendo, aunque la decisión de mostrar los resultados de tanta rescritura la he tomado recientemente. Lo que se me olvida es lo primero que escribo para niños, aunque me gusta pensar que puede ser leído por lectores de cualquier edad. Hasta hoy yo misma me sorprendo de los resultados, en términos de escritura, de fabulación, de haber puesto —tal como aconsejaba Pessoa— cuanto soy en cada palabra que dejé allí escrita. Otro volumen cuya existencia me alegra es La intensidad de las cosas cotidianas editado por Sed de Belleza, luego de ser aprobado para conformar su catálogo este año. Es un libro que creció junto conmigo, una bitácora poco complaciente de momentos de vida, historias cercanas, desgarraduras, y de los afectos que me son más caros. En él recojo poemas muy antiguos, algunos de los primeros que escribí y merecieron este bautizo —quizá con algunas modificaciones—, así como los más recientes. Ha sido una escritura accidentada, llena de dudas, con cuyo resultado estoy contenta, aunque no satisfecha, pues los procesos escriturales, como el aprendizaje, nunca terminan.

En tu poemario cantas a las cosas sencillas, cotidianas de la vida, que pueden estar en el día a día de cualquier niño sobre todo en un ambiente campestre, sin embargo, creo que consigues hacerlo desde la belleza del asombro, el rubor ante los secretos del pasado y el susto por lo desconocido, en poemas como El güije, La hora de la siesta, Dentro de los armarios, La panetela, La hora de la comida, Mi mano izquierda, Necrópolis, Montañas, Las nubes, entre otros. Especialmente en Las hormigas hallo una psicología muy diferente para mirar aquello que está a la vista y no siempre logramos captar. ¿Qué piensas de estos temas?

Creo firmemente en el poder de los gestos cotidianos, en su importancia. Sin ellos, sin su práctica y atesoramiento pienso que no hay posibilidades de actos trascendentales, pues estos últimos se nutren de aquellos, de todo lo que van anudando en nosotros, y entre nosotros y las personas con las que interactuamos a lo largo de nuestra vida. Le temo mucho a la solemnidad y a la grandilocuencia. La sencillez no es sinónimo de simplismo como muchos pudieran pensar. Por eso los poemas que citas y el libro en general vuelven sobre mi memoria, las experiencias de mis primeros años, las inquietudes de esa edad, la curiosidad, el juego de imaginar, las emociones que suscitaba mi contacto con el mundo donde crecí: el pueblo pequeño en el campo, mi familia —mi madre y mi bisabuela materna, principalmente—, los juegos, los rituales heredados, el asombro ante los descubrimientos. Todo ello es mi cimiente, sobre lo que hoy me levanto y logro ser.

Partiendo de esta convicción y del riesgo de perder los recuerdos más fidedignos de mi infancia es que nació el libro, su escritura ha sido también una estrategia de rescate. Y como me parece que todos los niños, de cualquier época, compartimos esa herencia, pues no son muy diferentes las vivencias, la intensidad con que vamos conquistando poco a poco el mundo, casi siempre a golpe de mucha imaginación; quise regalarles estos recuerdos míos. Intenté a cada paso, con menor o mayor suerte, volver a ese tiempo primigenio, despojarme de toda pose, ser fiel a esa edad en que todo era nuevo, desde la mujer que soy en estos momentos. La mirada otra que intuyes en la manera de abordar los distintos temas no fue un propósito consciente del todo, el proceso fue bastante arbitrario en relación a cómo fueron concatenándose esos recuerdos y las palabras que les dieron cuerpo. Fina García Marruz en su ensayo “Hablar de poesía”, declara encontrarla “no en lo nuevo desconocido sino en una dimensión nueva de lo conocido, o acaso, en una dimensión desconocida de la evidente”. Esta misma certeza, hoy lo puedo decir, subyació en todo momento mi escritura.

Por otra parte, en el poema que da título al libro dices: A dónde irá lo que se me olvida. / En cuál gaveta se guarda el último recuerdo/ de cómo yo era/ hace un día o una noche. / Cómo sonaba mi risa/ o se veía mi asombro/ cuando aprendía a leer/ o descubría los contornos del mundo. / Cómo olvidé el inicio de esa magia. / En qué lugar dejé protegidos,/ para irlos a buscar después,/ mis recuerdos. ¿Se trata de un canto a esa infancia irremisiblemente perdida? ¿Crees que los adultos logramos mantener la infancia para siempre? ¿O acaso este poema, este libro, es un conjuro que te ha dado Peter Pan?

Este poema es un reflejo de lo que anteriormente te contaba. La infancia es ese estadio vital donde se define mucho de lo que posteriormente ofreceremos al mundo como seres humanos, pero por el peso de las sucesivas vivencias muchas veces sus contornos se nos desdibujan. No creo que irremisiblemente la perdamos; al lugar donde quedan registrados los sucesos y las emociones de esta primera etapa siempre podemos volver. Pienso que lo verdaderamente complejo es enfrentar las experiencias vitales con una transparencia similar a la que muestran la mayoría de los niños en su contacto con el mundo. Este libro, como bien dices, ha funcionado como un conjuro contra la ya tantas veces confirmada fragilidad de la memoria.

¿Qué piensas de la relación literatura-periodismo? ¿A la hora de hacer literatura te ayudó el periodismo?

Creo que cada uno desde su lugar nos ayuda a entender el mundo. Aunque muchos han tratado de establecer líneas divisorias bien demarcadas entre una y otro, el tiempo ha demostrado que las fronteras se han difuminado y los préstamos hechos han sido útiles para lograr sus cometidos. Al periodismo llegué gracias a la literatura, creía que era la manera más expedita para “aprender a escribir”. Luego me di cuenta que la escritura está mediada por un número indeterminado de acontecimientos, y que nadie puede garantizarte acceder a ella. Cuando escribo entro en un terreno de indefensión, allí no hay nada concreto que me pueda ayudar. Prefiero pensar que soy una especie de “lectora” que devuelve esa asimilación de conocimientos, sensaciones, vivencias en forma de poesía o narraciones. Para mí escribir es una manera de leer, por muy contradictorio que parezca.

¿Quién como tú labora en una publicación semanal de alto contenido y tantos lectores como La Jiribilla, dónde encuentra el tiempo para la creación?

El tiempo realmente es escaso. La dinámica diaria en la revista es despiadada, aunque considero que es otro tipo de creación, más colectiva, donde funcionan otro tipo de imperativos. Sin duda, es una labor que deja poco margen a la escritura personal. Aun así cualquier vivencia puede servir de pretexto para arriesgar un verso, iniciar una historia, escribir.

Debutas en la literatura cubana para niños por la puerta grande, publicando en la editorial Gente Nueva y de la mano de Pinos Nuevos, un certamen establecido para autores noveles con un prestigio ganado a lo largo de veinte años. ¿Cómo valoras este premio y el publicar en Gente Nueva?

Este poemario es el primero que escribo con estas características, resultó ser todo el tiempo una prueba contra mí misma, pues tenía que hacer dejación de lo que había escrito hasta el momento y entrar en una zona totalmente nueva. No sabía si lo lograría, pero me satisfizo poder ponerle un provisorio punto final a esas páginas y llamarlas libro. Después resultó una alegría alcanzar el Pinos Nuevos, un premio que ha marcado el comienzo de la carrera de numerosos escritores cubanos. Sé que son muchos los factores que gravitan sobre los concursos, no siempre son un medidor de calidad recomendable. En mi caso me gusta pensar que lo más reconfortante es que el libro logró establecer un diálogo efectivo con las personas que integraron el jurado. Esa es la mayor ganancia junto a la posibilidad de que sea publicado por Gente Nueva, una editorial con un trabajo admirable en la promoción de la literatura infantojuvenil a lo largo del tiempo en Cuba. Desde niña leía los libros de Gente Nueva, ahora formar parte de su catálogo, me llena de orgullo.

¿Crees en el concepto de que existe una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

Me gusta pensar que existe la literatura como una sola entidad, como un corpus compuesto por las diversas variantes literarias. Las demarcaciones en géneros o apartados más que fronteras aislantes, me sirven para atestiguar su riqueza, su capacidad para satisfacer las más exigentes demandas y necesidades lectoras. Lo que me preocupa es que más allá de que sea calificada como infantil o policíaca, estos distingos sirvan de justificación para descalificar ciertos lenguajes o historias.

¿Te gusta la infancia? ¿Cómo piensas comunicarte con los niños de hoy?

Hasta hace muy poco no tenía idea clara de las posibilidades que ofrece la escritura para niños a nivel creativo. Durante el tiempo que escribí el libro, a pesar de que me preocupaba constantemente lograr el ritmo, la conexión con los potenciales lectores a través de las imágenes y de las emociones subyacentes, conseguí disfrutar la experiencia y encontrar vívidamente a la niña que he sido. Es un camino que apenas inicio pero del que no quisiera apartarme más. Creo que no hay fórmulas preestablecidas para poder hablarles a los niños de hoy, como nunca las hubo para escribirles a los niños de otros tiempos. Los libros que más han logrado impactar a la niñez siempre han sido aquellos donde han podido reconocerse, con los que han podido dialogar, los que los han retado a nivel imaginativo, con los que han aprendido sin didactismos simplistas, en los que no se desdeña el poder del juego. Esas son para mí las vías que harán posible esa comunicación con ellos y con todo tipo de lector, eventualmente.

¿En tu concepto los niños leen hoy día más o menos que antes?

Para responderte esta pregunta habría primero que dejar establecido qué entendemos por “leer”. En mi caso cuando pienso en la lectura la veo más allá del acto que encierra la relación con el libro impreso. Considero que en la actualidad se han enriquecido enormemente las posibilidades de lectura tanto en el universo infantil como en el adulto, pues hay una diversidad “textual” impresionante. Lo que me preocupa es que esta pluralidad pierde sentido y efectividad cuando se privilegia solo una ínfima parte de los elementos que la componen, por ejemplo la lectura de textos audiovisuales de todo tipo, y el libro con todo el potencial cognoscitivo y lúdico que concentra pierde terreno, al no poderse organizar estrategias que lo inserten, de acuerdo a las características sociales actuales, de manera atractiva e inteligente en las dinámicas vitales de los niños y de los adultos también.

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niños?

Cuando se escribe para el público infantil no quiere decir que todo será más fácil, menos arriesgado. Creo debe evitarse todo el tiempo la tendencia a caer en el terreno de lo previsible, de la pereza escritural, de los lugares comunes o el tono condescendiente. Los niños deben ser respetados como lectores tanto como los adultos, pues son seres humanos igual de complejos.

¿Reconoces alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Como lectora me he nutrido tanto de las obras de autores clásicos como contemporáneos, supongo que lo que hoy puede ser considerado mi estilo, bebe de las más diversas fuentes y es una devolución de todo ese acervo. Me gustan mucho Julio Cortázar y Augusto Monterroso, la alemana Jutta Bauer, las argentinas María Elena Walsh y Ana María Shua, la cubana Mildre Hernández y muchos otros.

¿Cuáles son los libros que prefieres leer?

Prefiero aquellos textos donde existe un declarado respeto al lector, en términos de planteamiento del lenguaje, de la urdimbre narrativa, el riesgo imaginativo, el desafío emocional. Si el libro, de cualquier época, logra conjugar estos factores seguramente su lectura me absorberá. Como ya confesé, mis inclinaciones literarias surgieron bien temprano en mi vida, desde el momento en que todo lo que me provocaba la lectura quería a mi vez ser capaz de replicarlo desde mis posibilidades y necesidades expresivas.

¿Tienes un héroe de ficción? ¿Un villano? ¿Alguno en la vida real?

No tengo héroes o villanos de ficción predilectos, disfruto por igual la hechura sagaz de unos y otros. En la vida real mi héroe, o más bien heroína, es mi madre.

¿Qué valores atribuyes a los libros en la formación de las personas?

Si parto de mi experiencia personal, los libros me han ayudado a vivir.

Nota

(1) Sheyla Valladares Quevedo (Unión de Reyes, Matanzas, 1982). Periodista y escritora. Ha publicado el poemario La intensidad de las cosas cotidianas, editorial Sed de Belleza, 2014, Santa Clara y Lo que se me olvida,editorial Gente Nueva, 2014 (Premio Pinos Nuevos en la modalidad de literatura para niños y jóvenes).

(2) Entrevista publicada en el portal digital Cubarte

¡Olé!, Paco

Paco de Lucía en su última presentación el Cuba, octubre, teatro Karl Marx, La Habana, 2013

Seguramente la tierra algecireña amaneció con la certeza de que algo le falta, de que algún pedazo suyo ha quedado desunido, ausente.  Seguramente supo, antes que nadie, que hoy, de todos los hijos que soltó al mundo con el mismo nombre: Francisco; el que se nombraba Paco de Lucía, por su madre, por su barrio, y por su lugar de entre mares ya no estará más. 

En un rincón la guitarra, la suya, la que siempre le escuchó las palabras que a nadie más decía, ni se dejaba sacar de la boca por periodistas o admiradores; probará un rasgueo en solitario, como si la mano de uñas duras, pulidas con cuidado, todavía la provocara con su apremio flamenco.

Y en los tablaos el taconeo sonará más rencoroso. La madera volverá a recoger el sudor hijo de un flamenco bien tocado y mejor bailado, cuando de invocar al hermano ausente se trata. Porque Paco estuvo desde niño encaramado en esas tarimas, se las sabía de memoria y en ellas aprendió  a  sacarle a la guitarra su voz profunda, a sacudirle todo el tiempo sus ardores de gitana indomable, los mismos suyos.

Por Cuba anduvo en el 2013. Hacía casi 26 años que había estado. Pero regresó. Nadie intuyó que esa noche de octubre en el Karl Marx, invitado especialísimo de Leo Brouwer, sería su despedida cubana. Allí también estuvo apasionado y silencioso, su manera de ser; soltando al aire su vehemencia en cada ¡Olé! Esa y no otra era el santo y seña de su invitación. Y no había otra cosa que hacer más que seguirlo.

Tomado de La Jiribilla

El feminismo solo puede continuar y crecer si practica la autocrítica

Anabelle Contreras, profesora e investigadora costarricense, que formó parte del jurado del Premio Literario Casa de las Américas 2014 en el apartado Estudios sobre la Mujer.

La historia, como nos la han contado y la hemos vivido, ha situado mayormente a las mujeres y otros grupos sociales desfavorecidos por el discurso patriarcal en el área del despojo, de nuestras “voces y monumentos propios, de figuras heroicas y artefactos memorables”[1]. En muchas geografías, tanto físicas como espirituales, también desde los estamentos del poder han intentado suprimir nuestro derecho de construir parámetros culturales propios como expresión de nuestras identidades y demandas vitales, de ahí que esa historia merezca y sea desde hace algunas décadas releída, reescrita, atomizada.

Con este y otros cometidos la Casa de las Américas inició su Programa de Estudios sobre la Mujer que por estas fechas celebra sus 20 años y que se muestra como una guía a partir de la cual seguir las distintas actualizaciones del signo mujer y lo femenino, instituido esencialmente desde el androcentrismo.

Para formar parte del jurado que este año premiará otra investigación que aporte a esta corriente es que ha llegado a Cuba Anabelle Contreras Castro, profesora e investigadora costarricense preocupada por estos temas y por subsanar también las equivocaciones en las que puede incurrir el feminismo en su afán reivindicador.

La investigadora cubana Susana Montero utilizaba la metáfora de los cuerpos cósmicos que al ser atraídos por los huecos negros sufren el efecto del no-lugar, para explicar la ausencia del sujeto otro en la dinámica del discurso patriarcal, ¿cuáles recursos son efectivos para aminorar este efecto?, ¿es la denuncia la mejor de las herramientas para lograr establecer un lugar para las figuras sociales invisibilizadas históricamente en un contexto adrocéntrico?

Bueno, primeramente yo diría que para aminorar ese efecto quizá no deberíamos partir de que ha habido un no-lugar, esa es una categoría que a mí, personalmente, nunca me ha servido para nada, sino partir precisamente del lugar que han ocupado las personas y grupos invisibilizados, porque existe una especificidad en eso, por ejemplo hay ya escritoras negras que han señalado que la división entre espacio público como tradicionalmente ocupado por hombres y espacio privado por mujeres no funciona para pensar en la historia de mujeres indígenas y negras, porque ellas siempre han ocupado el espacio público como esclavas y “animales de trabajo”. Con respecto a la segunda pregunta, creo que cualquier forma de visibilización que haga un grupo o personas que han sido invisibilizadas es ya de suyo una denuncia, porque va a irrumpir en el espacio desde un lugar diferente y de una manera diferente para cuestionar a quienes se han arrogado el derecho a poseerlo, sin embargo, no diría que la denuncia es la mejor de las herramientas o, entonces, que hay muchas formas de denuncia y de resistencia que se alejan de las típicas y que se pueden explorar, rastrear o inventar.

Le comento esto porque de alguna manera esa denuncia siempre parte de los espacios académicos e investigativos y muchas veces las propias víctimas no tienen la posibilidad, ellas mismas, de poner un límite a esa invisibilización.

Creo que no siempre parte de los espacios académicos. Un ejemplo es el arte, y no hablo del oficial, del que participa en los circuitos establecidos en los que median relaciones capitalistas, sino a otras acciones artísticas. Hay muchos grupos que a través de acciones artísticas, por llamarles de alguna forma, se hacen presentes en el espacio público y en América Latina eso es muy fuerte. Estas borran las fronteras entre lo que sería, por ejemplo, el teatro y la protesta, o cualquier tipo de arte escénico y las movilizaciones callejeras. De hecho hay una palabra que se utiliza para esto que es artivismo, que es esta fusión entre el activismo y el arte. Eso está haciéndose no solo en América Latina sino en todo el mundo, al interior de los movimientos sociales, pero América Latina es un continente donde hay bastante fuerza en esto. El arte se ha puesto en función del activismo y han surgido nuevas formas de protesta, con otra estética y otros usos del cuerpo, con recursos simples, sin necesidad de producción, y se logra presencia en el espacio público y se denuncia.

A mí por lo menos como investigadora, como activista y como profesora de estudiantes que tienen a menudo demandas específicas o se unen a las generales me parece una herramienta muy interesante. La otra cosa es que no quisiera hacer una apología a la visibilización, hay que pensar en cada caso si conviene y qué consecuencias puede traer, porque las comunidades tradicionalmente reprimidas tienen muchas formas de resistencia que no necesariamente pasan por la presencia en el espacio público y que son muy efectivas, y muchas veces la visibilización puede traer gestiones de conflicto peligrosas o intervenciones totalmente inadecuadas.

En el caso de la investigación que hizo en Chiapas y de la que Casa de las Américas ofreció un fragmento, ¿cuáles espacios de defensa de la mujer encontró en esta comunidad?   

Esa es una comunidad muy particular porque Chiapas es uno de los lugares más emblemáticos que tiene América Latina en estos momentos de resistencia al Estado, aunque los medios nos hagan creer que ahí no pasa nada porque el tema está ausente, pero hay ahí comunidades con propuestas de vidas alternativas a la vida capitalista, a nuestras prácticas que vienen de herencia colonial, etc. Entonces cuando estuve en Chiapas estaba muy impresionada de ver cómo estas mujeres del proyecto Fortaleza de la Mujer Maya, que vienen de dos etnias que hay en esta zona, hicieron un grupo de teatro, se consolidaron como colectivo de reflexión y creación en la ciudad y como esto las llevó a fortalecerse, a reinventarse y a mantenerse en el tiempo haciendo un trabajo en muchas comunidades, incluso sufriendo muchísimas vejaciones, humillaciones, etc. Ahora ya tienen un centro cultural, ya han viajado algunas por varios países, y han recorrido ya muchísimo. Son mujeres que empezaron sin recursos económicos pero con una fuerza enorme y que pueden, desde adentro, hablarle a sus comunidades y realizar prácticas para despatriarcalizar las relaciones entre géneros.

Para las feministas de los 70 el cuerpo era el punto de referencia de la mujer en cuanto a su aproximación al mundo. A través de él la mujer podía entender su entorno, apropiárselo, explicarse también. A propósito de ello creo que la función del cuerpo como instrumento para entender al otro y al mismo tiempo entendernos sigue cobrando sentido, sobre todo en un espacio como el performance, donde la gestualidad del cuerpo adquiere significados de una fuerza inusitada.     

Claro, en nuestros cuerpos hay muchos saberes, discursos inscritos, formas de resistencia, memorias, es por ello que el performance es una herramienta a la que echan mano muchísimos colectivos y personas, no por casualidad, por ejemplo, quienes quieren exponer asuntos de género o diversidad sexual. El cuerpo es la materia prima en la que convergen y de la que surgen muchísimas elaboraciones discursivas. Creo que eso es lo importante, el cuerpo como materialidad, pero también como materialidad discursiva, como lugar de inscripciones sociales desde el cual se puede interpelar, hablar con muchos lenguajes no necesariamente verbales. De hecho como docente esta es de las prácticas que más utilizo para hacer circular por el cuerpo conceptos y ponerlos a prueba por medio de él en el espacio público.

El Programa de Estudios sobre la Mujer de Casa de las Américas está celebrando sus 20 años de fundado. Un programa como este forma parte de esa tradición investigativa que ha ayudado a conceptualizar, estructurar,  a actualizar las visiones sobre la mujer, lo femenino, temas preteridos por otros estudios y los estatutos del poder patriarcal, ¿qué opinión le merece estar integrando el jurado que precisamente premia los textos que abordan estas perspectivas y que vienen a sumarse a esa corriente?     

Estoy muy feliz y agradecida, es lo que más quiero subrayar y siento que es un grandísimo honor que no me hubiera esperado nunca. Y pienso que es muy importante que Casa de las Américas le haya dedicado un premio a esta área en especial, eso me parece un paso importante y estimulante para la producción nacional y latinoamericana. Y esos que decís se refleja en las obras analizadas. Si algo ha ocupado a quienes estudian asuntos de género, es el cometido, que se ha cumplido y que se va a seguir cumpliendo, de la relectura de la historia. Revisar como han sido leídos los acontecimientos, qué voces los narran, cómo han sido –vamos a ponerlo así- mal representadas las mujer a través de la historia y cómo ha habido un secuestro de los acontecimientos históricos por parte de los hombres borrándolas de la historia. Entonces esta relectura ha sido la que ha posibilitado ver que las mujeres siempre han sido actores sociales fundamentales y no ese segundo violín. Este es el ejemplo de la obra ganadora. Con ese cometido se relaciona, y es otro tipo de visibilización y de relectura necesaria en el continente, lo que algunas personas llaman feminismo decolonial, que es lo que están haciendo grupos indígenas, mujeres negras, grupos históricamente oprimidos que están diciendo que tenemos que revisar hasta las categorías que el mismo feminismo hegemónico ha secuestrado en la historia, porque la que muchas veces se cuenta es la historia blanca y tenemos que hablar desde otros lugares, desde otras corpopolíticas, y escuchar otras voces. Creo que es un momento muy interesante que ha venido surgiendo hace ya un tiempo, de voces indígenas, de personas y grupos racializados, que están diciendo: también estamos colonizadas por el feminismo hegemónico, que es blanco y burgués, etc. Estar colonizadas por los feminismos del norte significa estar repitiendo conceptos y agendas políticas de iniciativas del norte, estar respondiendo a necesidades que no toman en cuenta nuestros problemas y la diversidad de mujeres que existen en cada contexto. Ese feminismo hegemónico excluye de sus análisis la historia de la colonización y de la respectiva colonialidad que vivimos hasta el día de hoy. Pienso que esto es lo más interesante que está surgiendo en el continente como relectura, que es crítica al feminismo dentro del mismo feminismo en América Latina.

¿Qué correlato encuentra esta postura en su país?

En mi país no creo que ocurra algo diferente a todos los demás países. Hay un feminismo que es el que históricamente ha luchado por las reivindicaciones. Hablar de feminismo en singular es un error, hay muchos feminismos y hay muchas personas, colectivos, que llevan direcciones diferentes y creo que mi país no es la excepción. Hay logros enormes a muchos niveles: legislativo, educativo, etc. Y también hay personas que estamos pensando el feminismo sin desligarlo de la historia colonial, de la colonialidad actual, del eurocentrismo, y de los racismos de los cuales los feminismos, muchos de ellos, no están exentos. Un movimiento y una corriente tan fundamental solo pueden continuar y crecer si practica la autocrítica. En tanto tengamos autocrítica, vamos a crecer. En mi país hay gente que está en esto y hay otra que no, como en todos lados.

La contribución del feminismo latinoamericano apunta Lucía Guerra en su libro La mujer fragmentada. Historia de un signo, ganador del premio Casa en este apartado del que es jurado – ha contribuido a poner énfasis en una heterogeneidad nunca ajena a los procesos históricos. Al mismo tiempo ella indica que la mujer se ha convertido en contadora de historias que se contraponen a la historia oficial.  En este sentido, ¿cómo cree que la “escritura” se ha metamorfoseado en manos de la mujer?

Pienso que esto de la escritura ha sido en América Latina un arma de doble filo, por un lado es un espacio que las mujeres han conquistado, porque tuvo que pasar mucho tiempo para que se les respetara como escritoras y pensantes, pero, a la vez, la escritura también es resultado de la violencia del logocentrismo, de la imposición de lenguajes y formas que obedecen a reglas impuestas por hombres con lógicas masculinas. Pero hay muchas formas de escritura de las que, aquella con la que se hacen libros es solo una, y digo esto porque no existe “la mujer”, hay muchas formas de construcción de eso que se llama mujer y no todas han tenido acceso a la escritura tradicional, miles siguen sin tenerlo. La metamorfosis por la que me preguntás creo que se ha dado más en los temas que se abordan. Ahora que hacías tu pregunta estaba pensando, por ejemplo, en los colectivos de lesbianas, de indígenas, de jóvenes que, regresando a un tema que ya tocamos, echan mano a la toma del espacio público para escribir de otra forma el presente. Por eso no podemos seguir hablando de “la mujer latinoamericana”. Yo empezaría por ahí. Hay muchas personas que dicen, ya lo sabemos, no hay una mujer latinoamericana, no todas somos iguales, venimos de particularidades, de clases sociales, de problemas raciales, de sexualidades muy diferentes. De acuerdo a esas diferencias y porque no existe la mujer latinoamericana en singular es que las escrituras también son muy diferentes.  Por ejemplo, un feminismo indígena, un feminismo negro, un feminismo de lesbianas no va a escribir igual, ni en los mismos espacios, ni va a usar los mismos recursos. Por eso es que hablar de la mujer latinoamericana tiene el mismo problema que decir el feminismo latinoamericano, no estamos diciendo nada. Por eso hay que tener cuidado para no cometer los mismos errores de usar esas categorías que invisibilizan las cosas más interesantes.


[1] La mujer fragmentada: historias de un signo, libro ganador del Premio de Estudios sobre la Mujer, Casa de las Américas, 1994, el mismo año que se incluyó esta categoría en el Premio Literario.

Publicado originalmente en La Jiribilla

Mis números de 2013

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2013 de este blog.

Aquí hay un extracto:

La sala de conciertos de la Ópera de Sydney contiene 2.700 personas. Este blog ha sido visto cerca de 8.600 veces en 2013. Si fuera un concierto en el Sydney Opera House, se se necesitarían alrededor de 3 presentaciones con entradas agotadas para que todos lo vean.

Haz click para ver el reporte completo.

Teresa Parodi: “Mi canción tiene que ver con la historia de mi país”

La cantautora Teresa Parodi

Teresa Parodi ha regresado a Cuba para cantar, aunque en Cuba no todos puedan aquilatar en su justa medida el tamaño de la suerte de tenerla otra vez entre nosotros. Es una de las voces imprescindibles del cancionero argentino y latinoamericano, pero pasa por alto los honores y solo reconoce la fiesta que es estar aquí, ahora.

“Me da mucho placer estar con ustedes, de verdad. Es muy emocionante para mí por todo lo que representa Cuba para los sueños y los ideales de tantos latinoamericanos, para la gente de mi generación en especial, en Argentina, que se hermanó con este pensamiento, con este modo de ver el mundo.

“He tenido una relación muy linda, siempre que he venido a Cuba, con la gente que me ha escuchado. He tenido una relación muy hermosa con Sara González, compartimos el escenario varias veces en Argentina y también aquí en La Habana, en el teatro Carlos Marx, hace muchos años.

“Para cualquier cantor popular, cantautor como lo soy yo, este país es una meta que tenemos en el corazón. Es muy importante para nosotros cantar aquí, para los que tenemos esta forma de hacer la canción latinoamericana. Así que estoy muy feliz. Agradezco enormemente la posibilidad de que yo pueda estar aquí, cantando para ustedes y con ustedes”.

Ha vuelto en noviembre, justo para formar parte del júbilo por los tres lustros de andadura de uno de los proyectos esenciales del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, A guitarra limpia; cuyos promotores han querido dedicarlo o lo que es lo mismo poner bajo la tutela -ya de otro mundo y por eso más necesaria- de la cantora mayor Teresita Fernández.

“Es extraordinario lo que hacen acá. Sabía por otros colegas argentinos de lo maravilloso que era el Centro Pablo, pero ahora me enteré de toda esta otra parte que me parece increíble. Me parece que el camino mejor que puede elegir un centro cultural es fomentar y abrir oportunidades a las nuevas generaciones y de estar en permanente contacto con los jóvenes. Ese es el fin último y el primero de un centro cultural que se precie, que tenga conciencia de lo que genera cuando se abre. Estoy feliz de compartir, de poder ser parte de estos festejos”.

Hermanada en este sentir Teresa Parodi, cantora popular por decisión propia,  llega otra vez a Cuba para intentar «zurcir» también este pedazo de tierra, como le gusta decir cuando se refiere a su manera de reconocer -hasta con los ojos cerrados- a su país; por llevar recorriéndolo cantando/aprendiendo sin detenerse, 30 largos años. Y nos habla de su Argentina, de este momento de construcción colectiva, donde la canción de autor, poética y hereje también es una pequeña revolución, con la que se puede defender la vida y lo justo.

“Es un tiempo increíble el que estamos viviendo en la Argentina. De todas maneras es tremendamente difícil porque el enemigo es absolutamente poderoso y tiene las herramientas -que sabemos que tienen- y las viejas mañas como para tratar todo el tiempo de abortar este proceso extraordinario de construcción colectiva.

“La Ley de Medios y la Ley de la Música que hemos logrado en este espacio de gobierno nacional y popular -como no podía ser de otra manera- son una herramienta imprescindible para poder desarrollar los espacios que hasta ahora estaban totalmente en manos de los medios concentrados. Por lo tanto era solo una musiquita la que se escuchaba, pero la diversidad de voces existía lo mismo y se amañaban en el interior y en todas partes del país, aun en la misma Buenos Aires, por abrir espacios alternativos donde poder seguir desarrollando la música porque esto nunca muere. Por eso este país, nuestro país, no está desaparecido, porque su cultura jamás ha sido vencida.

“Quisieron que desapareciera, hicieron todo lo posible en estos últimos diez años de banalización, hicieron todo lo posible con políticas concretas para que despareciera esa cultura, pero es imposible porque tiene historia, porque hay un pueblo que se siente representado en ella y sigue trabajando en sí mismo, en su propia cultura. Los cantautores y toda la gente que emerge de estos espacios de la Argentina profunda van a tener mucha más visibilidad a partir de esa Ley de Medios y de la Ley de la Música que va a fomentar la actividad. Vamos a poder –voy a utilizar una palabra horrible pero necesaria en un país donde el mercado es lo que está vigente, sus leyes- vamos a tener cómo competir, es decir, vamos a poder ser vistos y escuchados y no como ahora que estamos realmente desaparecidos de los medios concentrados.

“Así que le veo un futuro extraordinario porque además hay un semillero. Yo recorro el país palmo a palmo, lo zurzo, lo conozco de arriba abajo, son 30 años que lo camino sin parar, desde que gané Cosquín, ese festival importante que me permitió nacionalizar mi canción y a partir de ahí no dejé de viajar nunca. Lo conozco profundamente y sé el movimiento extraordinario de músicos, de actores, de cineastas, que ha dado este país. El instituto de cine ha fomentando enormemente esa actividad, gracias a que existe esa ley que defiende la industria nacional, y esperamos que lo mismo pase con el instituto nacional de la música, que ahora creó esta ley y que justamente se pone en marcha con el gobierno de Néstor y Cristina”.

A esta época increíble, como también la califica y de la que se siente parte, se contrapone otra más oscura que la cantautora tuvo que sufrir junto a sus compañeros: el horror de la dictadura, donde hacer la canción también fue su manera de resistir, de ofrecerla como un hombro en el que apoyarse.

“En los años de la dictadura, del horror, yo era desconocida. Yo soy hija de esta democracia. Mi canción es hija de esta democracia, porque a pesar de que ya hacía mi  canción, la hacía en las catacumbas. Mi canción ve la luz en los años de la democracia. Antes estuvo sumergida, es libre con la democracia que vuelve en 1983 y yo gano Cosquín en 1984, con estas canciones que hablaban de todo lo que le pasaba a mi pueblo en los años de horror. Entonces, no fue casual. Yo creo que mi canción vio la luz ahí, y pudo salir de la oscuridad y del boca a boca, a escondidas casi, justamente porque la democracia volvió a la Argentina.

“En los años del menemismo que fueron años de bastardeo absoluto, de componendas con el imperialismo, yo me bajé de los grandes escenarios y me fui otra vez a las catacumbas, y me resistí desde ahí hasta que volvieron Néstor y Cristina. Mi canción tiene que ver con la historia de mi país, no podría hacer la canción de otro modo”.

Teresa Parodi estará entonces en Trinidad con el dúo Cofradía, en Santa Clara con los asiduos habitantes del Mejunje, los muchachos de la Trovuntivitis, en Matanzas con los jóvenes Lien y Rey, quienes han ganado este año la beca de creación Sindo Garay que otorga el Centro Pablo.

Pero Teresa no se irá de Cuba sin antes cumplir un sueño viejo que viene amasando desde hace quizá demasiado tiempo. Cantará con Silvio, en uno de sus conciertos por los barrios. Y a ella que se fue a dar clases al campo argentino y les ha regalado conciertos a los maestros en huelga le ha parecido la ocasión ideal para encontrarse con Silvio en un escenario. No hubiera podido ser de otra manera.

“Tengo la posibilidad de cantar con él, juntarme aquí por primera vez. Nunca cantamos juntos. Nos conocemos y nos hemos visto en muchos conciertos que él ha dado en la Argentina, compartimos el escenario pero nunca yo en un concierto de él o él en un concierto mío. Así que es una emoción extraordinaria más para vivir, inolvidable para mí compartir con Silvio, tan querido. Toda la gente que se enteró en la Argentina de que iba a tener esta posibilidad de estar con él, fue impresionante lo que pasó, la alegría de la gente de que nos hermanemos con Silvio en un concierto aquí y en esa barriada que creo es también muy representativa del cubano.

“Para mí es muy importante por lo que admiro a Silvio, que ha sido un referente, como un maestro. Él tiene casi mi edad, así que nos es una cuestión de edad sino de su arte que tiene una belleza y un desarrollo extraordinario. Yo creo que cuando uno canta la canción de otro, se mete en los laberintos de la canción de otro, en las formas musicales que usó, en las armonías, en la forma en que la música se pega con la palabra, que la palabra tiene música; y uno aprende. Por eso también canto canciones de otros, aprendo de ellos y de Silvio he aprendido mucho. No sé si seré buena alumna, pero he aprendido”.

Después, en el Centro Pablo y bajo la yagruma, que ha sido testigo de tantos partos felices, volverá a cantar para los cubanos, esta mujer que se  niega a olvidar las raíces de su canto, las pulsaciones que le avivaron el decir, los nombres de Astor Piazzola, Mercedes Sosa o Atahualpa Yupanqui. Por eso se ha traído el micrófono de La Negra, con él vino a cantar a Cuba para de alguna manera invocarla y convidarla a que la acompañe. Teresa Parodi los ha mantenido vivos a todos a lo largo de sus 30 discos, y este 30 de noviembre los traerá otra vez ante nuestra presencia apenas pronuncie un verso o rasgue las cuerdas de su guitarra. Y nadie tiene permiso para perderse este regalo.

“Pertenezco a una generación de cantautores que se nutrió mucho de la música latinoamericana. Tuve el privilegio de haber nacido en la época de Violeta Parra, Chabuca (Granda), (Alfredo) Zitarrosa, (Daniel) Viglietti, (Atahualpa) Yupanqui, por supuesto, Chico Buarque, en fin autores que influyeron muchísimo en la formación de los músicos argentinos, en esos años, en los 60, que fueron gloriosos para nuestra música. Mercedes Sosa, por supuesto, fue la gran voz que nos unió a todos, la gran madre. Es más, he traído un tesoro. Voy a cantar con el micrófono que era de Mercedes y que me regaló su hijo. Para mí es muy importante traerlo a Cuba porque es como traer un poquito de Mercedes, que nos abrió la huella ancha de la canción latinoamericana. Ella no fue autora o compositora pero fue la voz de todos nosotros y después grabó las canciones de todos nosotros. Así como, por supuesto, las canciones de Silvio y de Pablo que tienen tanto que ver con nosotros, que fueron como hermanos de generación y también nos marcaron profundamente. Recibíamos los casetes de ellos a escondidas como decíamos allá, clandestinamente, pero todos los jóvenes sabíamos cantar esas canciones.

“Atahualpa Yupanqui es el padre para nosotros. Este año se cumple los 50 años del Movimiento del Nuevo Cancionero al que él se adhirió. Estamos de celebración en celebración. Tomamos ese manifiesto como bandera una vez más, para reivindicarlo todo el tiempo y agruparnos a su alrededor, profundizar esa huella. Yupanqui es uno de los primeros que se adhieren al manifiesto que escribe Armando Tejada Gómez, que genera este movimiento de jóvenes preocupados justamente por el destino de la canción, y que miran al continente además. Yupanqui para nosotros es el padre de la música argentina, es el padre de la canción de autor, y su trabajo sigue siendo para nosotros fuente de formación y de inspiración. Su poética es extraordinaria porque con palabras cotidianas supo describir absolutamente, con una profundidad increíble, al hombre y a sus asuntos en mi país”.

Entonces, a uno se le ocurre que puede salir a buscar a Teresa Parodi a los años en que todo estaba por pasar, cuando todavía el ritmo chamamacero no se le había metido en el cuerpo para servirle de acicate, para hacerle implorar por una guitarra que la abuela –siempre las abuelas- le compraría, y todavía no era la autora de más de 500 canciones, apenas intuía la fuerza con que puede impulsarnos hacia delante una canción.

“De niña tomé esa decisión, vaya usted a saber por qué. Dice mi madre que a los 9  años ya tenía la guitarra, afiné de oído y la empecé a tocar y a cantar, a escribir canciones muy feas. Sentía que yo quería decir también. Además de aprender de los maestros, yo quería decir lo que veía a los demás.

“He visto bailar a la gente del interior de mi provincia, en el campo mismo, los he visto transformándose con la música popular de mi lugar. Yo quería ser alguien que hiciera eso en la gente, que a través de la música les pudiera transformar los rostros que a veces tenían de preocupación y cansancio. Cuando oían la música se convertían en otras personas y yo los miraba embelesada y miraba a los músicos y veía que esa cosa mágica la hacían ellos y yo quería hacer eso. Quizá ahí estuvo el comienzo de mi vocación”.

«Estás herida por flores de papel…»

Día Naranja, NO a la violencia contra las mujeres y las niñas

Día Naranja, NO a la violencia contra las mujeres y las niñas

«Lotte Hat Blaue Augen».

Estás herida por las hojas, por las ramas que caen.

Estás herida por los brazos ásperos del bosque
que el caballero no ha de apartar para llegar hasta tu sueño.
Estás herida por flores de papel, por rostros extraños,
por gestos, por sonrisas, por muecas sonámbulas.
Estás herida por una ciudad nocturna y por los pasos de sus hombres ebrios.
Estás herida por los doctores, por la sagrada familia, por los pastores y los ángeles.
Estás herida por los niños, por los hermanitos,
Por la mano inocente que apenas sabe empuñar un lápiz,
por las abejas, por las mariposas, por los cansados gatos.
Estás herida por las risas que suenan en tus sueños
mientras caes por un canasto sin fondo al mundo de Alicia.
No dormida: soñando. Soñando sueños espinosos y ásperos como ramas.
Caminando por las calles imposibles de una ciudad nevada.
Abriendo en el libro un pozo, hallando en el pozo el mar, buscando en el mar la perla.
Como un leming pisando tierras nómadas. (Los lagos se han helado, tienes frío)

Raúl Hernández Novás

 

Confianza

A Juan Villoro Casa de las Américas de La Habana dedicará del 26 al 29 de noviembre su Semana de Autor. Tengan un pequeño adelanto.

Confianza

Nunca antes me había cautivado un pie, al menos no de ese modo. Me senté en el asiento del avión, bajé la vista y sentí, de manera intensa e inconfundible, que los dedos bajo la trabilla de una sandalia reclamaban mi atención. Un pie leve, delicado. Mi excitación me sorprendió por varias razones: eran las seis de la mañana y la realidad se deslizaba ante mí como una deficiente película mexicana; estaba en el estrecho asiento de un avión (mido 1,94 y muy seguido me duele la espalda); no había visto la cara ni el resto del cuerpo de la mujer, y lo más importante y difícil de confesar: no me excito con facilidad.

Algo sucedió con ese pie. Me hizo sentir vivo de manera incómoda.

Saqué la carpeta que debía revisar y me refugié en sus gráficas.

–Eres Boby, ¿verdad? –dijo la mujer de al lado.

No se refería a mí, sino al otro pasajero, que iba junto a la ventana.

–¿Marcela? –dijo él.

–Soy Marta. Nos vimos hace siglos. Tenías fibromialgia.

–¡Dieciocho dolores distintos! Fue mi época más versátil. En cambio a ti no te dolía nada. Eras una chulada. Bueno, sigues monísima. Ya te casaste, ¿no?

El entusiasmo con que conversaron me permitió espiar sin que ellos advirtieran mi curiosidad. Me encontraba junto a una chica agradable sin ser excepcional. Me dedico a la estadística; la media se encuentra entre posibilidades oponentes: Marta representaba esa aporía que es lo “normal”. Pero el pie cambiaba la ecuación; era el sobrante, el punto de inflexión, el extra que cargaba el cuerpo al lado de la sensualidad.

Me molestó estar tan caliente. Me molestó porque no soy así. Envidio a los amigos que hablan con belicoso apremio de las mujeres que codician. Es posible que sean tan pasivos como yo, pero poseen un envidiable ardor verbal.

Amo a Francisca, la mujer con la que me casé hace catorce años. Amo que esté conmigo (iba a escribir “que se conforme conmigo”, pero esta no es una confesión patética sino complicada).

A pesar de su nombre, Francisca no se parece a las mujeres que hacen colectas para el Ejército de Salvación; su rostro no está marcado por un lunar grueso o la viruela de internado; sus pechos no son modestos. En el plano erótico, siempre estaré en falta con ella. Me atrae lo suficiente para buscarla un par de veces más de las que aconseja mi espontaneidad y ella me quiere lo suficiente para prescindir de algunas cópulas sin que eso la afecte, o sin que me lo haga saber, o sin que le moleste masturbarse esos días.

Me dirigía a Aguascalientes a visitar el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Información. Un dato llegó a mi mente: el 73% de los hombres de clase media que viven en centros urbanos dedica sus lapsos de distracción a imaginar mujeres desnudas. Los demás se dividen en subcategorías. Yo pertenezco al 3% de los varones heterosexuales que prefiere hacer listas de razas de perros.

La mujer se trenzó en una rápida conversación con el amigo al que llevaba años sin ver. Boby era un maquillista amanerado, de lengua rápida y preguntas de doble sentido. Quiso saber si Marta estaba “bien atendida” por su marido.

–Me consiente mucho. Es muy detallista.

–¿Es detallista en la cama?

–Es tierno –precisó Marta.

–Ah –se decepcionó Boby.

Seguí revisando hojas sobre coeficientes de variación. Me servían de parapeto para el diálogo que prosperaba junto a mí. Marta llevaba dos años casada, admiraba la capacidad de trabajo de su marido, tenía una casa preciosa, una camioneta “del tamaño de un cuarto de azotea” y un perro Alaska. Era feliz.

Nos trajeron Coca-Cola y cacahuates. Boby habló de las actrices insoportables que había maquillado y de la casita que construía cerca de Pie de la Cuesta. Esclavo de la conversación ajena, bajé la mirada y vi esos dedos magníficos: mi pie, mi cuesta.

La mujer me atraía de un modo fragmentario, en mitad del cielo, mientras comía cacahuates. Una circunstancia absurda y deliciosa.

Boby iba a Aguascalientes para los conciertos de un grupo “de genios totales”: Banana Split. Temí que se detuviera en el tema; por suerte, cedió la palabra a Marta.

Después de describir su vida idílica, incluyendo la recámara decorada con nubes y borreguitos para un bebé todavía futuro, ella guardó silencio. Supongo que Boby aprovechó el paréntesis para verla a los ojos. Luego dijo:

–Hay un problema, ¿verdad?

–Sí.

–¿Qué pasa? –quiso saber el maquillista.

–No sale de la computadora.

–¿La trata mejor que a ti?

–No es eso: es lo que mira.

–¿Qué cosas mira tu marido?

–Pornografía, solo pornografía.

Otra estadística: el 86,2% de los hombres casados ve pornografía. La plática era común.

En ese momento descubrí una ramita en el ojal de mi saco. Había triturado una maceta al salir de mi casa. Francisca estaciona su coche demasiado cerca del mío. Debo hacer maniobras complicadas para abandonar la cochera. Era la cuarta maceta que aplastaba con el coche. Las tres primeras me gustaron; escuché el crujir de la cerámica y sentí una fuerza extraña. La cuarta me preocupó: me estaba convirtiendo en un maniático que quiebra una maceta cada vez que sale con prisa de su casa. En el estacionamiento del aeropuerto revisé el coche. Una planta se había enredado en una rueda. Me costó trabajo desprenderla. Despedía un olor amargo, un olor que me recordó la tarde en que fuimos a comprar plantas a Xochimilco. Francisca regresó feliz a la casa, pero algo olía raro. Olfateamos hasta encontrar una planta de hojas dentadas, suaves, cubiertas de una felpa blancuzca, hermosas y pestilentes. Decidimos ponerla en la cochera. No sabíamos cómo se llamaba, pero pensé en ella como “la Francisca”. La comparación es injusta porque ella huele de maravilla. Pero es un nombre excelente para una planta.

La ramita que encontré en mis ropas no despedía olor alguno.

Estaba a punto de concentrarme en mis papeles cuando Boby comentó:

–Y eso te afecta, ¿verdad? Te afecta que vea mujeres por computadora, porque supongo que son mujeres, ¿no?

–Sí –suspiró ella.

–¿Tu marido te toca?

Me gustó que hablaran del “marido”. Un fantasma sin nombre propio.

–No, no me toca –el tono de Marta se volvió grave–: nunca lo hace.

–¿Y él te gusta? –quiso saber Boby.

–Me encanta, lo adoro, pero no me toca. Ve pornografía –la voz parecía a punto de quebrarse.

Pensé en el ruido de las macetas que rompo. Francisca arrima su coche al mío y espera que yo saque el mío con movimientos de escapista. Si me quejo, soy impaciente. El 63% de los conflictos conyugales comienzan cuando alguien pierde la paciencia. No estoy dispuesto a perder la paciencia. Prefiero romper macetas.

   BIOGRAFÍA

Juan Villoro nació en México, en el Distrito Federal, el 24 de septiembre de 1956. Estudió Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana. Condujo el programa de Radio Educación, “El lado oscuro de la luna” de 1977 a 1981 y fue agregado cultural en la Embajada de México en Berlín Oriental, dentro de la entonces República Democrática Alemana, de 1981 a 1984. Ha ejercido como director del suplemento “La Jornada Semanal” de 1995 a 1998, además de impartir talleres de creación y cursos en instituciones como el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Universidad Nacional Autónoma de México.

Como redactor ha colaborado en las revistas Cambio, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Universidad de México, Crisis, La Orquesta, La Palabra y el Hombre, Nexos, Vuelta, Siempre!, Proceso y Pauta, de la cual fue jefe de redacción, así como en los periódicos y suplementos La Jornada, Uno más uno, Diorama de la Cultura, El Gallo Ilustrado, Sábado, entre otros.

De 1976 a 1977 fue becario del INBA en el área de narrativa y del Sistema Nacional de Creadores Artísticos de 1994 a 1996.

Villoro ha sido profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, en Yale, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y Princeton.

En 1991 publicó su primera novela El disparo de argón pero su éxito como novelista llegó en 2004 con El testigo, Premio Herralde.

Vive entre México y España.

BIBLIOGRAFÍA

Leer es leerse a sí mismo

(…) Ver en la lectura solo el registro de la marca de otros es cercenar la importancia de la propia subjetividad en el acto de leer. En el mismo gesto en que el acupunturista cierra los ojos y se conecta con el otro,  se conecta, también, con él mismo. Entra a un texto de otro al mismo tiempo que se interna en sí mismo. Porque es en él donde busca todos los elementos para reconocer ese organismo distinto al suyo. Es en el propio cuerpo en el que encontrará las herramientas para interrogar al texto que tiene frente a sí, cuestionarlo, ponerse en tensión con lo que enfrenta para dar finalmente uno o varios sentidos. La lectura permite a alguien conectarse con el otro pero es en sí mismo donde el lector encontrará las herramientas para ese abordaje. En el texto del otro, el lector reconoce  marcas, huellas y surcos; pero son pistas que debe completar con contenido propio. Un lector, para no sucumbir en el mar que el otro es, —el cuerpo o el texto del otro—, construye con instrumentos de su subjetividad, busca en la complejidad de sus piezas las herramientas emocionales, intelectuales y desde allí aprehende los trazos del otro y los significa, les da un sentido. (…)

(…) La lectura entonces, más aún que la comprensión de lo producido por el otro, es la posibilidad de abrirnos para recibirlo y que se concrete entre un lector y un texto la creación de los sentidos. (…)

(…) Michel Foucault al analizar la función autor, imagina una sociedad en la que los discursos, todos, ya no tendrían que dar cuenta de sus autores y se desarrollarían en lo que él llama el anonimato del susurro. “Ya no se oirían las preguntas por tanto tiempos repetidas: ¿Quién ha hablado realmente? ¿Es en verdad él y nadie más? ¿Con qué autenticidad o qué originalidad? ¿Y ha expresado lo más profundo de sí mismo en su discurso? Sino otras como estas: ¿Cuáles son los modos de existencia de ese discurso? ¿Desde dónde se ha sostenido, cómo puede circular y quién puede apropiárselo? (…) Y detrás de todas estas preguntas no se oiría más que el ruido de una indiferencia: Qué importa quién habla”. Para la misma época en que Foucault hacía estas reflexiones y se preguntaba qué es un autor, Barthes afirmaba la muerte del mismo. El lector, según Barthes, es el lugar en el que se concentran las múltiples escrituras y citas de texto. No importa dónde, en quién nace un texto. No importa su origen sino su destino. Habría que resaltar esto último. El destino de un texto. No importa tanto quién lo escribe sino quién lo lee.  (…)

(…) De alguna manera, leer es leerse a sí mismo, y las lecturas que hacemos de distintos textos son interpretaciones que construimos, en primer lugar, sobre nosotros mismos. La lectura, toda, nos pone a investigarnos, a percibir las distintas variaciones de nuestro ser y de ese modo puede llevarnos al centro de nosotros mismos, en el que están, a su vez, todos los otros. El escritor mexicano Gabriel Zaid afirma que “…la medida de la lectura no debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que nos dejan. ¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa, dice Zaid, es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales”. El lugar de la lectura se vuelve poderoso cuando abre las compuertas de las aguas, propias pero detenidas en un estanque, y asume la riqueza de sentidos y la multiplicidad de matices. Ese poder de la lectura está en darnos  siempre más. Más ojos para mirar el mundo, más corazón para comprender lo que es ajeno a nosotros. Nos multiplica en lo que sentimos y hace proliferar el pensamiento, la duda, la curiosidad. (…)

(…) Leer produce significados que nos limpian la arena de los ojos y nos rescatan de la desintegración, nos recomponen. Somos eso: la composición que la lectura hace de nosotros, de nuestro pasado, de los discursos de los otros sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Estamos hechos también de todas las lecturas imposibles, quiero decir, de aquellos discursos que se nos desarman entre los labios porque no podemos leerlos. Para bien o para mal, también nos constituyen los enunciados y los signos que no podemos interpretar porque nos enfrentan a su aridez impenetrable. La imposibilidad de leer, ese vacío, acentúa en nosotros zonas que, en su mudez, no logran explicarse y nos impiden entender nuestra inmanente confusión. Si no leemos, ¿cómo vamos a descifrarnos, a saber de nosotros, a comprendernos?

Somos eso: mujeres y hombres hechos de lecturas. (…)

Fragmentos de El sentido de la lectura, conferencia de la escritora argentina Ángela Pradelli en el Congreso Internacional Lectura 2013: para leer el XXI, celebrado en La Habana, del 22 al 26 de octubre.

Entrevista a la escritora: «Toda mi vida está puesta en los deseos de lectura»

Isaily Pérez: “La poesía no salva de nada, solo acompaña”

Isaily Pérez, poetisa cubana

«No dudes tú de mí

e intenta no olvidarme cuando la noche caiga

(aunque en cosas tan móviles solo un dios tenga

certeza)

la impermanencia es difícil prueba.”

Regreso a Knole House

Supe un día ya lejano y sin marcas en ningún calendario que en Santa Clara tejía con versos su existencia una poeta de nombre Isaily Pérez. Con una pequeña muestra de su obra, encontrada en Queredlas cual las hacéis, antología de jóvenes poetisas cubanas del siglo XXI,  anduve buscando el modo de conversar con su hacedora hasta que vino la oportunidad.

A veces en una entrevista no importan mucho las interrogantes sino la disposición del interlocutor a ofrecerse sin ambages, a creer oportuna la mirada que lo inquiere y útil o interesante la suya propia sobre los diarios acontecimientos.  Hay espacios en el tiempo en que se echan fuera determinadas confesiones, apenas si se menciona una palabra a modo de contraseña.

Las preguntas se armaron desobedeciendo reglas, no buscaban lo absoluto o redundante, solo abrir una hendija y dejar pasar, como si de un soplo se tratara, a Isaily.

Por eso no hablamos de su trabajo como editora en la villaclareña Sed de Belleza, ni de su libro Una tela sobre el bosque, premiado en el Calendario de 2006, tampoco de La vida en otra parte, volumen publicado por Ediciones Aldabón en el 2009. Nada de premios, antologías, apariciones públicas, menos de las maneras de concebir la poesía, pues hay procesos que no se develan ni explican, solo se ponen delante de los ojos, y apenas alcanza uno a comprender el estremecimiento que los ha provocado. 

¿Qué título de otro autor te hubiera gustado para un libro tuyo?

 “El cielo protector”, en inglés, tan bellamente sonoro, “The shelterin sky”. Es un libro de Paul Bowles y luego una película de Bertoluci.  Lo hice mío al usarlo como título de un poema.

Sabemos que las palabras tienen su propia sonoridad, su propio ritmo, pero hay quienes al convocarlas intentan seducirlas o hacerlas acompañar  con alguna armonía. En tu caso, ¿qué música escuchas cuando escribes?

Nada, solo silencio.

La urdimbre de la escritura se espesa o alarga de acuerdo con cada escritor. No podríamos dictaminar una fórmula, pues no existe. Solo queda como sabes, escribirlo todo, todo el tiempo. En este sentido, ¿dónde escribes, a qué hora, cuánto tiempo?

Nunca a diario. Generalmente en la noche, por la tranquilidad. Escribo todo el tiempo que el poema necesite. A veces he levantado la vista y han pasado cuatro o cinco horas que parecieron cinco minutos.

¿Cuáles visiones y fatigas están siendo escritas en estos momentos?

Termino, sin saber cuándo se termina, un libro que contiene poemas a las cosas sencillas, a las que acompañan desde siempre: las tazas, los muebles, las lucetas.

Hay quien desdeña leer cualquier tipo de libro mientras vive en pleno acto creativo por el deseo –a veces ingenuo- de preservar la escritura de posibles influencias, ¿en estos momentos lees algo?

Lamentablemente nada glamoroso: la Norma Editorial, que se me ha olvidado un poco. Hace unos días terminé La carretera de Cormac McCarthy, el libro mejor y más terrible que he leído en años, y ojalá no lo hubiera hecho. 

¿Qué verso nunca has olvidado?

Y sin embargo sé que son tinieblas// las luces del hogar a que me aferro, // me agarro a una mampara, a un hondo hierro// y sin embargo sé que son tinieblas. Fina García Marruz.

¿Cómo te salva la poesía de los escollos diarios?

No salva de nada, solo acompaña.

Hay lugares tan inusuales para leer como lectores existen, aunque en muchos casos la cama, como mejor sitio de lectura, gana por mayor número de adeptos,  ¿qué libro consideras ideal para leer en el baño?

Algunos prefieren leer en el baño, yo leo en la cama casi siempre.

Supongo que como filóloga y escritora tienes una relación significativa con las palabras, pero si tuvieras que elegir ¿cuál sería tu palabra favorita?

No soy muy buena con el cuestionario de Bernard Pivot, me viene a la mente “resurrección”.       

Y en caso contrario, ¿cuál es la palabra cuya connotación provoca que la quieras desaparecer del mundo?

Angustia, odio como suena y lo que significa.

Entre tantas historias leídas con denuedo o displicencia, ¿qué libro recomiendas leer y por qué?

La Biblia: tan humana, maravillosamente sobrenatural, y termina bien. ¿Qué más se puede pedir?

Con el séptimo arte, textos otros que “leemos” y nos “leen”, también establecemos relaciones de singular dependencia. Si tuvieras ahora mismo que organizar la programación de un cine,  ¿cuáles serían las películas elegidas?

Comedias. Estaba viendo anoche Lo mejor del show de Benny Hill. El que tenga más de 38 años sabrá de qué hablo.


En estos tiempos en que vivimos tan saturados sonoramente, ¿qué música recomiendas escuchar?

La que a cada cual le guste. Yo escucho de todo, omnívoramente.

¿Qué hace a un día un buen día?

Eso nadie lo sabe. Uno se levanta bien o mal y ya está. No depende de uno, pero un buen café en un lugar tranquilo puede arreglar muchas cosas.

Si pudieras compartir un buen recuerdo.

Me recuerdo de niña, en la playa, recogiendo algo en una orilla llena de piedrecitas, y de pequeños animalillos que se movían, les llamaban “agujones”. El sol calentaba tibiamente, la mañana solo estaba empezando, y todo estaba lleno de promesas.

 Publicado originalmente en la revista La calle del Medio, # 63